— Ya puedes abrir los ojos –
dijo Verónica.
Silvia se contempló en el
espejo que colgaba tras la puerta de su
dormitorio. Estaba preciosa. Sus amigos habían hecho un excelente trabajo. El
maquillaje había quedado natural y discreto. Su cabello estaba recogido en un
moño italiano que estilizaba su bonito cuello, y sus manos lucían una elegante
manicura francesa.
Las lágrimas empezaron a
brotar de sus ojos.
— No llores, cariño, te vas
a estropear el maquillaje — dijo Pablo.
— Es que es todo tan
perfecto. Estoy tan tan tan…— tartamudeó Silvia.
— Increíble, estás increíble
querida – le atajó Natalia.
— Sí, jamás pensé que algún
día me vería así de guapa. Gracias chicos. Y este vestido es precioso. No me
puedo creer que al final consiguierais que el gran Francelo aceptara encargarse
del diseño.
— Para ti lo mejor, preciosa
— dijo Pablo guiñándole un ojo.
— Además te vas a convertir
en la señora de Valverde. Eres la envidia de media ciudad — añadió Karina —.Tienes
que estar espectacular.
— Sí, es cierto. He tenido
mucha suerte. Luis es perfecto. Me trata de maravilla y quiere mucho a
Claudia.
— Qué envidia me das,
cariño. Ya quisiera yo uno así para mí. Vas a vivir como una reina. Espero que
a partir de ahora que te va a sobrar el dinero, seas un poco más espléndida con
tus amigos—. Dijo Pablo guiñando el ojo de nuevo.
— Chicos, ya sabéis que no
me importa su dinero. He trabajado toda la vida para sacar a Claudia adelante y
no me importaría seguir haciéndolo.
— No te importaría, pero ya
no tendrás que hacerlo— replicó Karina sarcásticamente.
— No. Ya hablé con mi
encargado en el Petit Moulin Rouge. El martes fue mi última noche. Hicieron un espectáculo especial como
despedida y les prometí que iría a verles de vez en cuando.
— Dudo mucho que vuelvas a
pisar ese lugar. No es más que un tugurio. No sé ni cómo aceptaste trabajar
allí. Una vez casada es mejor que te olvides de ese ambiente — dijo Natalia.
— A la fuerza ahorcan…
Silvia miró hacia el suelo
entristecida. Su vida iba a cambiar radicalmente. Sí, era para mejor, lo tenía
claro. Pero un cambio tan drástico le daba pavor.
Natalia que se dio cuenta de
su repentina congoja le cogió la mano y subiéndole la barbilla con el dedo
índice para mirar a sus ojos, le dijo:
— Alegra esa cara mujer. Al
final todo ha salido bien. En unos minutos serás la señora de Valverde y todo
el sufrimiento que has vivido hasta hora se irá evaporando. Luis no es sólo
rico, es un buen hombre que cuidará bien de ti y de Claudia.
— Y pobre como no lo haga,
que si me entero yo de que ese señorito os hace sufrir, se las tendrá que ver
conmigo —. Amenazó Pablo.
— Sí, tenéis razón. Todo
esto es como un sueño. Soy muy feliz.
— Pues claro mujer. Si es
que de vez en cuando la vida nos besa en la boca y hay que disfrutarlo— dijo
Karina.
— Exacto preciosa, así que
ahora respira hondo y ve a por tu Luis, que seguro que ya ha salido hacia la
capilla —. Apremió Pablo.
— Sí, vamos, vamos, que ya
es casi la hora—. Añadió Karina preocupada mirando el reloj.
Silvia se echó un último
vistazo en el espejo. Sus lágrimas apenas habían estropeado el rímel de los
ojos. Seguía estando preciosa. Natalia le estiró la larga cola del vestido, y
todos juntos se dirigieron a la puerta del apartamento. Silvia estaba lista para
comenzar por fin a vivir.
Aurea Martí
Me ha gustado mucho este relato Aurea, los nervios de las bodas y la incertidumbre, lo he leído con gran placer.
ResponderEliminarUn saludo y una :)
Que felicidad y que entusiasmo.Que bien lo describes
ResponderEliminarQue bien describes la felicidad y el entusiasmo
ResponderEliminarMuy bonito Aurea, el amor que todo lo puede.
ResponderEliminarAurea mea gustado mucho el amor sienpre triufa
ResponderEliminary teda eli grias