El impacto de la bala lo
hizo caer al suelo herido, ciego y sin recordar quién era. Despertó horas más
tarde entre lobregueces, se incorporó como pudo y comenzó a andar a tientas,
trastabillando con los cuerpos inertes de sus compañeros.
****
La maldita guerra, la tristeza
y la languidez, hicieron que los glúteos y el corazón se le endurecieran. Cada
día subía la colina para otear desde la cima, se sentaba en las alturas esperando
sin saber muy bien el qué.
Miraba hasta donde se perdía
la vista, viendo y lamentando los campos baldíos y sus prolongados silencios.
Aquella tarde el sol de octubre
desdibujaba el camino, alargando su sombra por entre los árboles, el hombre se
tambaleaba a cada paso mientras con torpeza intentaba asirse al aire. Bajó
corriendo la ladera hasta los establos, mal ensilló a Rayo y al galope fue a su
encuentro.
Supuraba bajo los párpados y
la sangre empapaba sus ropas. Le tocó la sucia frente, ardía. Sin pensarlo se
lo llevó a casa con lágrimas en los ojos: ¡Cuánto detestaba tanta hostilidad!
Le procuró todos los
cuidados de los que disponía para que se recuperara. Durante los delirios de él,
ella le habló de las cosechas perdidas, de la cerda que se llevó el ejército,
de los hijos que nunca tuvieron y del marido fusilado por insurrecto.
Cuando les cubrió el
invierno y el temporal de nieve arrecía, lo tapó con su cuerpo y la piel de
borreguito. Susurrándole al oído tembloroso:
—Tranquilo. No sufras, estás
a salvo… Pronto llegará la primavera y este duro diciembre quedará atrás.
Tienes que esforzarte y ponerte bien porque habrá que arar el campo norte, yo
sola no puedo.
En cierta ocasión ella le
preguntó su nombre y él le contestó:
—No lo recuerdo. Por mucho
que lo intento, no recuerdo nada.
—De alguna forma hay que
llamarte, te llamaré Apolo como el dios griego.
Ella pensó que era mejor así
y quemó en la chimenea el uniforme junto a su documentación. Desde ese momento
sería un hombre nuevo.
A principios de marzo, ambos
estaban bastante recuperados.
Al oírla cantar desde la
cocina, él sintió que ese era el mejor hogar y pensó que aquella mujer lo
quería de verdad. Sin dudarlo se lo preguntó y la joven con una sonrisa le
contestó:
—En el pasado, en el
presente… Toda la vida.
Ella sabía con certeza de
que ahora sí, ahora sí podrían tener los hijos que nunca tuvieron, aunque no la
recordara.
Laura Mir
Distintas sensaciones al leer este relato Laura, del frío de la guerra al calor del hogar. Y el amor. ¡Ay¡El amor...
ResponderEliminarSimplemente genial.
J.R.Carrero
Si no fuera por el amor o por el odio, esto no lo tengo tan claro, el mundo no funcionaría.
EliminarMe alegra que te haya gustado. Gracias a ti siempre.
Un abrazo.
El amor lo cura todo, incluso el olvido. ¡Fantástico!
ResponderEliminarO lo estropea todo, que también puede ser. Gracias por leer y comentar, se agradece mucho tu visita y tus palabras, animan a seguir.
EliminarUn beso guapa.
Estupendo giro al final del relato, Laura. Quién iba a pensar que aún sin ver el instinto lo llevaría a su hogar y al calor de la mujer que lo había amado siempre. El olvido puede ser un terrible castigo, pero también una gran oportunidad si se encuentra una brizna de felicidad a la que agarrarse.
ResponderEliminarHa sido un placer leerte después de tanto tiempo, ¡me ha encantado!
Un beso y feliz fin de semana.
Creo que todos tenemos en nuestro interior una fuerza que en momentos límites nos puede llevar a realizar cosas extraordinarias.
EliminarMe hace muy feliz que nos leas y que encima te haya gustado. Muchas gracias.
Te deseo una maravillosa semana. Besos guapa.
El amor es lamedicina para curar las heridas pro profunda que sean
ResponderEliminarMe a gustado mucho leer tu relato
Animo y feliz semana besos guapa
Gracias Carmen, eres muy amable. Es cierto, el amor puede ser una medicina, pero también un veneno. Pensemos en positivo. Un abrazo, guapa.
EliminarUn precioso relato, la historia de un amor que ha pesar de la guerra, de las heridas y del olvido consigue sobrevivir. Me ha gustado mucho el giro que le has dado a tu relato, de terrible a hermoso sin que nos diéramos cuenta. Un gran trabajo que he leído con gran placer. Como siempre que escribes, un poco de aire fresco, un saludo Laura.
ResponderEliminarGracias Benja, vienen tiempos oscuros y necesitamos cosas bonitas que nos alegren el día a día. Me alegra que te haya gustado. Un beso y feliz fin de semana.
EliminarMuy buen relato Laura, ha valido la pena esperar tanto tiempo.
ResponderEliminarGracias guapa, por leerme y comentar. Y espero no tardar tanto, aunque hay cosas que son incontrolables... Un abrazo y feliz fin de semana.
ResponderEliminarEl relat és preciós i entendridor; fins i tot he plorat
ResponderEliminarHermoso relato Laura, la guerra se lo llevó y la guerra se lo devolvió.
ResponderEliminarMe encanta el relato Laura. Que pena que hace tiempo que no tenemos más textos tuyos!
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