Despunta
tímidamente la luna plena entre las dunas, con ese olor tan característico
nocturno y depredador de la caza, se despereza mientras echa una de sus
preciosas sonrisas al horizonte, con un gesto grácil se alza sobre sus piernas,
igual que ayer, noche tras noche por los
siglos, y durante milenios.
Entre
el sol y la luna transcurre un tiempo de grandes victorias y desastrosas
derrotas, alegrías, tristezas y algunos duelos, en definitiva tiempos de azúcar
y desdicha.
Hay
en este árido desierto de arenas blancas, viento del este, cálido y seco, que
porta algo más que palabras ahogadas en una garganta, más que oraciones oradas
con fervor a la diosa imaginaria de fe tardía, trae hasta nuestros oídos susurros de gritos lastimeros y ecos
melódicos, restos residuales de antiguas súplicas.
Amanece
un nuevo día, y bajo este sol abrasador
nuestras miradas se cruzan, la suya casi felina, segura y altanera; la mía como
la de quien está perdida en el laberinto de sus propias dudas; sus ojos no
dicen nada pero trasmiten esa paz que ansío. Me agrada sentirlo cerca, aunque muchas
veces sea igual a un espejismo.
Eso
es hoy pero mañana sin ninguna duda nuestros papeles se invierten.
Entre
auroras transcurre un tiempo de grandes victorias y desastrosas derrotas,
alegrías y tristezas que compartimos juntos, en definitiva tiempos de azúcar y
sal; mientras mi “caballero del este”, alrededor de nosotros, apreciado amigo,
brilla el acero, brota la sangre y el viento imparable… sopla.
Laura Mir
Muy bonito e imaginátivo!!
ResponderEliminarMuchas gracias eres muy amable, espero que sigas disfrutando de nuestros escritos.
ResponderEliminarSaludos
Laura