domingo, 30 de noviembre de 2014

Como perla, como jade




Desde el lugar en el que me encuentro veo como despierta tu delicado resplandor cuando la luz de la mañana incide sobre tu cuerpo de nácar, siento como en mi pecho de piedra se desboca un corazón que no tengo.

Sé que nunca te fijarás en mí, ni notarás mi mirada oscura y profunda, pero no me importa, sólo con poder observarte a escondidas me conformo mientras sueño.

Eres como la reina de la luz, y brillas como las alas de las hadas de los cuentos, mientras que yo sólo parezco un pedrusco oscuro, que aunque sea caliente nunca será tu amante y compañero.

Engarzada en oro, rodeada de diamantes y esmeraldas, invades mis sueños más locos y desesperados, me veo rodeando tu suave cuerpo con mis brazos mientras bailamos la música de los amores imposibles sobre suelos de mármol veteado, por inmensos salones al raso, bañados por la luz de las titilantes estrellas.

Me paso las noches esperando las mañanas, las mañanas esperando las noches, y son días los que vivo temiendo la llegada de las noches. No sé ni puedo hacer otra cosa que mirarte desde este lugar en el cual estoy fijado, totalmente incapaz de acercarme a ti, por mucho que lo desee.


Desde hace mucho tiempo, sé que me observas desde la distancia, me complace. Cuando te miro, tu color me trae recuerdos de las oscuras aguas donde nací y crecí, las profundas aguas de donde me arrancaron, hace tanto que se me antojan muy escurridizos.

Lo que veo a mí alrededor no me gusta, en realidad me asquea. Ni el oro ni los diamantes que me rodean me llenan, y menos esta exposición sobre el terciopelo negro, siento hastío de tanta admiración. En un vano intento de huir de mi realidad, sólo sueño. Sueño con los cálidos abrazos que tan sólo tú podrías darme. Y perderme por siempre en ellos. Perderme en la profundidad verde cuando me enfrento a tu mirada, es como si volviera a las fosas insondables de mi niñez.

Me cuesta soportar la luz dicroica que hiere mis sensibles ojos, tengo que cerrarlos, y entonces quedo impedida de ver el dolor que existe en los tuyos. Tal vez, si pudiera hacerte olvidar tus penas, pudiese por siempre aliviar las mías.

Los días se suceden sin que nada cambie, es soledad lo que me envuelve en este manto que ni siquiera es mío, pero cuando de soslayo te miro, se mitiga un poco esta sensación de pérdida y olvido. Estamos tan cerca y sin embargo, te noto tan lejos…

Deseo con fuerza que un algo acontecido nos adquiera para ser broche en pecho prendido, y ese sentir que desprende un corazón amante y amado nos envuelva en cálidas sensaciones, entre enamoradas risas y musicales palabras, pueda bailar por fin entre tus brazos, los amores posibles y sentidos pero de otros corazones, porque son delirados con vehemencia en este salón que tantas veces he imaginado.


Hay un lugar más allá de los sueños, donde algunas veces, cuando nadie los observa, se puede sentir como baila una perla de blanco nácar con un trozo de jade verde del color del mar profundo, al son de una música que solo existe en los corazones que no poseen, pero que les lleva por los salones inventados de las ilusiones y las esperanzas que llevan consigo los quiméricos sentires.

Desde hace algún tiempo, detrás de la persiana metálica de una prestigiosa joyería del centro de esta ciudad, sólo los seres sensibles pueden escuchar una extraña música cuando cae la noche, si se acercan en silencio hasta pueden oír las risas y el suave ruido de los pasos que se encajan con la melodía de un amor imposible, ese que vive en unos corazones que no existen, pero si intentan agudizar la vista en la oscuridad, todo se para. Y sólo pueden ver sobre el terciopelo negro, un sencillo broche de jade oscuro que, simulando unos brazos que no abrazan, envuelven con ternura protectora a una sencilla e irisada perla blanca.


Laura y Benjamín


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