viernes, 26 de diciembre de 2014

LA NAVIDAD DE LOS INVISIBLES



Algunos extraviados y olvidados arreciados de frío se apretujan junto al fuego, miran hipnotizados el baile de las llamas. No dicen nada, hay poco que contar. Todos están por lo mismo, o parecido. Son sólo los restos de gente que nadie ve y conoce. Personas perdidas, muy lejos de cualquier lugar de este mundo o de cualquier otro.

La vida los ha olvidado mientras sus voces se han ido acallando, sus historias sólo hablan de tristes y lejanas despedidas más allá de cualquier horizonte. Cada uno intenta parecer lo que nunca ha sido en vano, mientras la pena que vive en el fondo de sus ojos habla por ellos, ella nos cuenta lo que se perdió o lo que nunca se alcanzó.

Solo hay sueños demasiados lejanos en sus largas noches,  lágrimas de un corazón que ya sólo parece latirles por inercia. Sin embargo, un día creyeron que el mundo era para todos, que el amor no moriría nunca, que la vida sería bonita y que el cielo estaba al alcance de sus manos. Últimos sueños que se guardan sin tocar por miedo a romperlos y que desaparezcan para siempre.

Nadie levanta la mirada cuando alguien nuevo se sienta a su lado, conocen bien la vergüenza del fracaso y el dolor del que sabe lo que cuesta la derrota.

Las lágrimas silenciosas del desarraigo, del exilio, del que grita sin voz en medio de una multitud ciega,  sorda y muda. Todos saben que el futuro no existe y nadie habla del pasado, aquí sobran las palabras porque los ojos perdidos lo dicen todo.

El color de la piel no significa nada, al hambre y al frío no suelen importarles demasiado, tratan a todos del mismo modo. A medida que van llegando más sombras vestidas de harapos, el fuego crece, todos procuran calentarse los miembros ateridos. Mientras sus espaldas heladas se estremecen bajo los crueles mordiscos del viento frío del norte.

Sin embargo hoy no es una noche cualquiera, es nochebuena y alguien saca un cartón de vino; otro un poco de pan, más vino, algo de embutido, quizá alguna galleta de chocolate. En algún momento, el que sabe algún villancico empieza a cantar, al rato coreado por voces cascadas y rotas. Voces del mundo de los invisibles en medio de la nada.

Por un momento, bajo aquel puente y alrededor del fuego se sienten otra vez como en familia, casi cogidos de la mano gritando su derecho a ser felices a los cielos mudos, sordos y tan lejanos. Olvidando por un momento el lugar, las penas, la soledad. Sintiendo el calor y el apoyo de la persona que está a su lado.

Puede que después vuelvan las lágrimas y la tristeza, pero por un momento volvieron a sus casas con sus seres queridos, esos que sólo viven en los recuerdos pero que calientan, tanto o más sus gastadas pieles que este fuego que les ha unido bajo el mismo techo.

Esta noche, no es una noche cualquiera.

Esta noche es toda suya, la de los olvidados, perdidos, exiliados, extranjeros, desahuciados, solitarios, pobres y hambrientos de calor humano que mientras cantan, sueñan con los ojos abiertos, porque soñar es gratis y a veces calienta los corazones.

Los encontraréis en cualquier ciudad en cualquier parte del mundo, siempre y cuando los busquéis, prometo que no están tan lejos. Quizá los tengáis viviendo en vuestros portales.

Va por ellos, por los que nunca veis, por los invisibles.


Albert Gran






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