Oscuro y viscoso adherido a las
paredes, al techo, formando columnillas etéreas, como un coral negro en la
profundidad de los arrecifes, su movimiento sinuoso crea círculos más o menos
extensos con los que inicia su proceso de reproducción, pero el suyo, el
propio, jamás lo inició.
Esa siniestra oscuridad que lo
cubre todo a ratos, también ha ocupado todo el espejo frontal del baño, tanto
que cuando se mira, distorsiona su imagen, desenfocándola y reflejando a otra
mujer distinta a ella, que la atrae y la atemoriza a la vez porque la desafía.
Se la ve triste pero en el fondo de sus ojos puede ver que sabe mucho más que
ella de su realidad, de su melancolía, de su inexistencia, de sus carencias y
de su sentir. Muchas veces la observa durante minutos que lentamente se
convierten en horas cuando caen de golpe a su alrededor, formando un enorme barrizal
de destiempos perdidos.
Entonces se da cuenta de los vacíos
de su vida, de la implenitud de su existencia, de la falta de sueños y de los
deseos incumplidos, porque todo lo anhelado se ha perdido a golpes de
desengaños.
Algunas veces, cuando está sobria,
se pregunta por el momento en qué recibió el primer golpe, por mucho que
intenta hacer memoria no lo recuerda, debía de tener meses. Primero fue su
padre, luego el novio de su madre, y después su marido.
En ocasiones, cuando consigue ser
ella y no el poso de un fondo de botella, puede recordar cómo recorrió con lo
puesto por caminos polvorientos escapando de una cruenta guerra civil, buscando la paz y el calor del sur. Llegando después
de muchas jornadas a un país desconocido de lengua extraña que en nada se parecía
a la suya, y tuvo que aprender a hablarla y a soportar ser considerada una
eterna extranjera.
Tiene días en los que de forma
repetitiva entra en una espiral vertiginosa, conjugando todas las formas
personales del verbo ser de manera compulsiva y con el fervor de una plegaria, hasta
que llega al nosotros somos, sabe que
hace referencia a esa extraña que habita tan cerca, tan cerca que puede sentir
la fetidez de su aliento, las nauseas la desquician y pierde su concentración,
pero hoy es distinto porque está terriblemente cansada. Sin siquiera pensar, levanta
el brazo con fuerza y dando impulso, lanza con rabia el grueso vaso contra el
espejo frontal del baño, haciéndolo añicos con la vana intención de liberarse
de Esa mujer que muchas veces la posee, diminutos cristales caen por la
estancia. Pero sus ecos siguen mofándose de ella diciéndole:
— Somos
nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón
de espejos rotos que como viejos fantasmas quedan desordenados y
amenazantes por siempre a nuestros pies, y de los cuales por mucho que lo
intentemos, nunca podemos huir.
Entonces comprende que algo oscuro
y viscoso crece en su baño, que algo malvado y extraño se ha apoderado de su
alma dividiéndola en dos, y es cuando por fin sabiéndose sola… rompe a llorar.
Laura Mir
Nota: Este relato es para participar en el juego FRASELETREANDO de la Comunidad ALMAS DE BIBLIOTECAS Y CINES, en esta ocasión la frase es de Jorge Luis Borges:
"Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos."
"Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos."
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