viernes, 16 de enero de 2015

Historias de acera



Sueño hipnótico.

En ese estado hipnótico mi mente no paraba de pensar y me di cuenta de que estaba cansado de aguardar miradas que no decían nada, mientras paseaban por las calles mendigando lengua para poder hablar. Es la hora de los sueños inciertos y perdidos del final de una noche sin luna.

Creo mirar como por una ventana como caminas a la luz de una farola, esperando a otro incauto a quien sorberás el seso y de quien escupirás los huesos. Llenando tus suelos de restos de almas puras, solamente vestidas de papeleras llenas de condones usados por los demonios que solo existen en tus noches.

Tu mañana será olvidada y enterrada bajo los adoquines que recubren un mundo que no tuvo tiempo de nacer, se ha perdido en un pasado que nunca ha sido suyo, pasos apresurados resuenan en las noches que nunca han conocido un amanecer, de que te sirve esperar, ya nunca volverá.

— ¿Cuánto cuesta amar? — Preguntas al cielo.

Toda una vida. — Responde el tiempo.

Enterrado en el fondo de un corazón, la verdad se ahoga y se marchita al ritmo de las estaciones de un planeta que nunca ha existido.  

No recuerdo lo que es dormir, nunca sé muy bien en qué día o en qué mes estamos, el tiempo no me habla, y tú, ya no sabes quién soy. Sonido de cadenas acompañan a las quimeras, esas que te llaman madre y que te sirven los cuerpos descuartizados de tus victimas en bonitos platos de oro y plata.

Ilusos de un ayer, deshechos del nuevo día cegados por la luz, devorados por un sueño que nunca fue suyo, pero que guardan delante de tu puerta las migajas que caen de tu boca. Ya no sabes adonde se han ido tus hijos o no recuerdas haberlos inmolado a los pies de un dios de barro, aunque quizá sea el único acto de bondad para con ellos que hayas podido tener.

— ¿Dime en qué mundo habrían crecido?

Uno sin honor, sin verdad, sin amor, si tan siquiera el consuelo de una madre demasiado ocupada en abrirse de piernas al éxito y a las luces de neón.

La muerte ronda y las furias bailan alrededor de los amantes engañados que apretujados lloran y rezan a un dios que nunca ha existido más que en las mentes calenturientas de los iluminados de turno.

Nada nunca es cómo crees verlo y todo lo que crees ver no suele ser cierto, sólo cuando la muerte te muerda la espalda será el día que dejes de ser un tarugo, y entonces verás la verdad, aunque ya será demasiado tarde.

No te das cuenta de que sólo eres el inquilino de un jardín botánico y que no tienes cerebro para poder pensar, sólo eres el soporte de la niebla que poco a poco va recubriendo tu cuerpo y el del chucho momificado que un día a tu lado se sentó, y allí murió, al igual que los sueños de esperanza del junkie que duerme su mundo de pesadillas sobre el banco del ficus que está un poco más allá.

La niebla que todo lo cubre, pronto también lo hará con la única farola que aun funciona y nadie recordará este parque, ni su estatua que contaba la historia de las aceras y de su perro fiel, en un mundo hipnótico ya desaparecido para siempre en algún sueño del final de una noche sin luna.



Ismael Mir


NOTA: La frase “y en ese estado hipnótico mi mente no paraba de pensar y me di cuenta de que…” de la novela “El diario de un hombre decepcionado” de W.N.P. Barbellion, es la que he usado para este cuento en el juego literario FRASELETREANDO, organizado por la comunidad ALMAS DE BIBLIOTECAS Y CINE.


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