Sueño
hipnótico.
En ese estado hipnótico mi mente no paraba de pensar y me di cuenta
de que estaba cansado de
aguardar miradas que no decían nada, mientras paseaban por las calles
mendigando lengua para poder hablar. Es la hora de los sueños inciertos y
perdidos del final de una noche sin luna.
Creo
mirar como por una ventana como caminas a la luz de una farola, esperando a otro
incauto a quien sorberás el seso y de quien escupirás los huesos. Llenando tus
suelos de restos de almas puras, solamente vestidas de papeleras llenas de
condones usados por los demonios que solo existen en tus noches.
Tu
mañana será olvidada y enterrada bajo los adoquines que recubren un mundo que
no tuvo tiempo de nacer, se ha perdido en un pasado que nunca ha sido suyo,
pasos apresurados resuenan en las noches que nunca han conocido un amanecer, de
que te sirve esperar, ya nunca volverá.
— ¿Cuánto cuesta amar? —
Preguntas al cielo.
—
Toda una vida. — Responde el tiempo.
Enterrado
en el fondo de un corazón, la verdad se ahoga y se marchita al ritmo de las
estaciones de un planeta que nunca ha existido.
No
recuerdo lo que es dormir, nunca sé muy bien en qué día o en qué mes estamos,
el tiempo no me habla, y tú, ya no sabes quién soy. Sonido de cadenas acompañan
a las quimeras, esas que te llaman madre y que te sirven los cuerpos
descuartizados de tus victimas en bonitos platos de oro y plata.
Ilusos
de un ayer, deshechos del nuevo día cegados por la luz, devorados por un sueño
que nunca fue suyo, pero que guardan delante de tu puerta las migajas que caen
de tu boca. Ya no sabes adonde se han ido tus hijos o no recuerdas haberlos
inmolado a los pies de un dios de barro, aunque quizá sea el único acto de
bondad para con ellos que hayas podido tener.
— ¿Dime en qué mundo
habrían crecido?
Uno
sin honor, sin verdad, sin amor, si tan siquiera el consuelo de una madre
demasiado ocupada en abrirse de piernas al éxito y a las luces de neón.
La
muerte ronda y las furias bailan alrededor de los amantes engañados que
apretujados lloran y rezan a un dios que nunca ha existido más que en las
mentes calenturientas de los iluminados de turno.
Nada
nunca es cómo crees verlo y todo lo que crees ver no suele ser cierto, sólo
cuando la muerte te muerda la espalda será el día que dejes de ser un tarugo, y
entonces verás la verdad, aunque ya será demasiado tarde.
No
te das cuenta de que sólo eres el inquilino de un jardín botánico y que no
tienes cerebro para poder pensar, sólo eres el soporte de la niebla que poco a
poco va recubriendo tu cuerpo y el del chucho momificado que un día a tu lado
se sentó, y allí murió, al igual que los sueños de esperanza del junkie que duerme su mundo de pesadillas
sobre el banco del ficus que está un poco más allá.
La
niebla que todo lo cubre, pronto también lo hará con la única farola que aun
funciona y nadie recordará este parque, ni su estatua que contaba la historia
de las aceras y de su perro fiel, en un mundo hipnótico ya desaparecido para
siempre en algún sueño del final de una noche sin luna.
Ismael
Mir
NOTA:
La frase “y en ese estado hipnótico mi mente no paraba de pensar y me di cuenta
de que…” de la novela “El diario de un hombre decepcionado” de W.N.P.
Barbellion, es la que he usado para este cuento en el juego literario
FRASELETREANDO, organizado por la comunidad ALMAS DE BIBLIOTECAS Y CINE.
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