viernes, 30 de enero de 2015

La otra rama



Nací en Brasil, mi nombre no tiene ninguna importancia. En ese país mi padre, un gran hombre de negocios, supo hacer fortuna, por lo que crecí teniéndolo todo, ajena a la miseria y adversidad de todos los que nos rodeaban.

A los pocos años volvimos a España y se instaló a vivir con nosotros la única familiar que teníamos viva, mi abuela materna, hasta hace pocos años que murió.

La vida transcurrió con normalidad hasta estas navidades pasadas en las que recibí, una extraña llamada telefónica de una tal Alicia, una chica que decía ser mi prima y comenzó a narrar una historia increíble de una familia, la mía y que desde siempre había desconocido.

Alicia me contó que tengo tíos, primos y abuela por parte de mi padre. Estaba atónita y necesitaba saber, comprender y aceptar. Me refirió que mi abuela residía en una mala residencia, a falta de recursos para una mejor, y que había perdido la cabeza cuando su hijo predilecto, mi padre, vendió el piso donde residían y abandonándolos a su suerte, marchó a Brasil.

Pasadas las fiestas me encaminé para conocer a toda esa rama familiar que desconocía, tíos, primos, eran gente sencilla y trabajadora; y claro está, a mi abuela. Una mujer delgada, nerviosa y totalmente ida. Me partió el alma en dos ver las condiciones en las que vivía en aquel centro estatal para enfermos mentales. Me dolió saber lo que mi padre había hecho y me decidí a hablar con él del asunto, para que al menos pudiera devolver parte de lo que en su día robó pagándole a su madre un sitio mejor.

— Si tienes pensado tocarme el culo, no empieces lo que no puedes acabar, esto te viene demasiado grande. No hay más que hablar.

Esas fueron sus últimas palabras aquella tarde en aquel café de aquella solitaria calle, antes de que girara sobre mí misma, rota por la pérdida del ídolo, y me alejará por siempre de su vida, dándole la espalda a él, dándole la espalda al imperio que construyó con el dolor de otros. Mientras sobre la mesa, un vaso de cristal se llenaba de diminutas burbujas guardando en el interior de cada una de ellas, minúsculas fracciones de oscuros secretos y grandes rencores.


Laura Mir


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