domingo, 11 de enero de 2015

TODO Y NADA



Siempre al acecho, preparada para cubrirnos con su negro manto. Se desliza ante nosotros, imperceptible incluso a nuestras miradas. Todo es un absurdo, para ella somos una representación teatral con la que, a lo largo de la vida, se regodea pensando:

Antes o después, seréis mis trofeos.

Hoy le toca a él, un hombre falto de sensibilidad y egocéntrico. Totalmente convencido de que todo gira a su alrededor. Un hombre para el que las mujeres son un simple objeto de usar y tirar.

Se acercó a ella en un bar musical, un local frecuentado por él con asidua frecuencia, seguro de que conseguiría su propósito. Una noche de pasión que satisfaga sus deseos más bajos y una conversación ostentosa cargada de pura palabrería. Sería una más de sus cientos de conquistas.

Esta vez todo se le iría de las manos, los papeles cambiarían, él sería la presa y no el cazador.

La invitó a una copa, ella aceptó, pensó:

Ya la tengo en mis redes, ninguna de estas preciosas muñecas se me resiste.

Comenzó a desnudarla con la mirada, soñando despierto en pasar sus manos por la delicada piel y el sedoso cabello de aquella diosa. Sus pensamientos volaban hacia el lugar al que pensaba llevarla y en cuanto vio el momento propicio se lo propuso.

Ella también esperaba ese momento, saboreando la estupidez de su víctima.

Asintió encantada.

–Me encantará cubrirte con mi cuerpo- le contestó.

Se dirigieron a la salida. El aparcacoches les trajo el precioso vehículo digno del mejor conquistador. Él le abrió la puerta con gesto de gran caballero y la invitó a subir, se alejaron de la zona en dirección al hotel.

No había mucha distancia, era su lugar de siempre, allí disponía de aquella habitación a la que, una vez tras otra, llevaba a sus conquistas.

Se sentaron sobre el sofá de plumas situado a los pies de la cama y le sirvió una copa de Moet.

Él siguió con su lluvia de palabras sin sentido.


                                                               ***


— Calla—. Ordenó la bella dama poniendo un dedo enguatado sobre sus labios en señal de silencio. — Acabarás por desvelar todos los secretos, y no es el momento. Demasiadas palabras dices, que expresan y ocultan, cargadas de ofensas, impregnan de incomprensibles estas paredes. Prefiero el silencio a tu verborrea. Os pronunciáis hombres pero en realidad sois bestias. Humanos, disculpa que me ría, os creéis por encima de cualquier ley natural y sois tan vulnerables que en uno de mis alientos dejáis de ser TODO para convertiros en NADA.

Se acercó a la ventana, apartó la cortina y observó al mundo a través del cristal.

— Dime una cosa simple mortal, porqué esa obsesión tan vuestra de querer controlar el tiempo, mil formas de hacerlo y seguís envejeciendo. No entiendo esa fascinación que sentís por algo que jamás podréis dominar—. Se giró y lo observó—. Veo que te tiemblan las manos. ¿Tienes miedo?

La dama extendió los brazos sin esperar respuesta y observándose las uñas por encima de los guantes, añadió:

— Durante mucho tiempo me parecisteis unas curiosas criaturas y os envidié, quise ser uno de vosotros a cualquier precio, poder sentir y ser capaz de emocionarme por una pequeña muestra de este maravilloso mundo en el que habitáis, sentir la pasión cuando se ama, entregarse a la vida sin reservas. Pero después de siglos y siglos anhelando esas facultades y ver como desperdiciáis la existencia propia, muchas veces sin el más mínimo indicio de aprecio ni voluntad, he acabado por decepcionarme por completo. Y estoy muy cansada, demasiado cansada de ver tanta indiferencia.

De la mesilla cogió un cigarro puro y lo prendió, aspirando el humo amargo que no la invadió. Se acercó al hombre recostado en el sofá y exhaló, llenando la estancia de silencio, frío y oscuridad.



Nora Biel y Laura Mir

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