martes, 19 de mayo de 2015

La liberadora de la esclava - Jaime Ros




— Aquella joven salía cubriéndose el rostro. Atrás el dueño de la posada repartiéndole improperios y puntapiés. ¡Pobre! Apenas podía mantenerse en pie. Con unas monedas en la mano del posadero se acabó su sufrimiento.


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