viernes, 12 de septiembre de 2014

La persistencia de Isis



El mar murmulla brusco sobre las peñas, a cada embestida las disloca, parecen inmutables, casi no se percibe. En su retirada deja sobre ellas, mal dispuestas, afeándolas, jiras de algas marrones, mancillándolas una y otra vez, de la misma forma pero de incontables maneras. Una, otra y otra vez, las abraza, las compromete, las cubre, y en su retorno, las abandona sin mirar atrás.

¿Sentirán frío, desnudas, mojadas y sucias como me siento yo? ¿Dónde está el origen de tanta desgracia? Una de mis amigas las justifica diciendo que vienen de otra vida de la cual ni yo ni nadie tiene conciencia, ¿fui mala, tal vez perversa y merecedora de tanta oscuridad?

Como producto de nuestras elecciones tomadas en penumbra, andamos a ciegas, perdida la visión completamente, nos condenamos a una vida de tacto. Piel con piel, boca a oído, mientras la noche gris sigue dentro de mí. No voy a dejar de existir pero no voy a morir ni voy a sentirme mancillada y fría como esas rocas, porque estoy convencida de que tengo que vivir.

— Princesa, si no te entregas no llego, no me das acceso, por mucho que hablemos y te ronde, no puedo sacarte de ese acantilado. Si tú mueres de alguna forma muero un poco contigo. Todo se convierte en un caminar por angostos senderos sin mensajes de amor y poco espacio para el corazón. Todo el sentimiento albergado se lo lleva el viento si no confías, me haces sufrir porque nadie te querrá nunca como te quiero yo, y aunque no forme parte de tu vida y la distancia sea tanta, te deseo lo mejor.

— Me pides una revolución interna y no tengo fuerzas para hacer frente a plantar batalla, estoy agotada.

— Caminemos, sólo te pido eso, echar andar, paso a paso ¿Confías en mí?

— No. Sí… No sé.

— Estás confusa.

— Estoy sola.

— La soledad se combate en compañía.

— No necesito compasión. 

— Es simple cariño. Crees que sola podrás hacer frente y no dudo que así sea, pero el camino será más llevadero si lo hacemos juntos.

— Me cuesta creerte porque nadie da nada gratuitamente.

— Entonces eso no es amor. Alguien me dijo que cuando dos personas se juntan algo nuevo nace.

— Seré tu broche de oro.

— Y para qué quiero un broche de esos si no suelo usar abrigos. Sólo quiero ser contigo lo que nunca he sido.

— ¿Qué?

— Sólo alguien mejor.

— ¿No tienes miedo?

– Claro que tengo miedo, es muy humano tener miedo, es mejor no blindar la puerta y dejar que entre.

— Ni siquiera sabes mi nombre… y te entregas.

— Por increíble que parezca ya estuve ahí. Y anduve solo, desterré a toda persona, dando la espalda al mundo, y ahora me arrepiento porque el sendero fue muy duro.

La mujer desvió su vista del mar y lo miró con ojos tristes y cristalinos, en ellos vio la persistencia y fuerza de Isis, y comprendió en ese instante que se quedaría con ella y que se salvaría costase lo que costase, aunque la recuperación fuera lenta, en su interior sabía que aunque no la conocía de nada, la quería, mientras las olas, seguían con violencia bramando contra las rocas.



Laura Mir




4 comentarios:

  1. precioso, yo creo en la gente, se que existen, los que merecen la pena, no todo es negro, sigue escribiendo, me encanta.

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  2. ¡Bravo! ¡Bravo! Por ti y por la mar brava. Por la mar brava y por ti.

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  3. Hola Laura.
    Las fuerzas del amor y de
    la vida, generadas por
    el mar, ventana a la esperanza.
    Me ha gustado mucho este gran relato
    que he leído con gran placer.
    Un abrazo cordial.
    Benjamín

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  4. Muchas gracias por vuestros comentarios, y sí, creo que en los malos momentos tendríamos que tender una mano a esa persona que lo necesita, y no la tendencia actual de huir. Me alegra que os haya gustado. Un abrazo.

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