Un palmo, sólo un palmo, de tierra quisiera para poder decir mío,
enterrar en él, entre terrones baldíos, ausencias idas y venideras,
que se ahogue… lo perdido entre las gotas de fresco rocío,
quedarme, como quién te recorre, susurrando las hojas de encina.
Dejar de verme como caballo por la mano de Picasso dibujado,
recorrerte la piel como salvaje viento bajo tu vello erizado,
al igual que él esparcir el aroma que sólo es por momentos inventado,
bailar, soplado, como pestaña más cerca de lo que es cercano y lejano.
También yo quiero colarme por el botón mal abrochado,
que te abraces a mi calor cuando sopla de frío ocaso,
secar la humedad de cualquier mal momento que venga a tu lado,
que mi palma encuentre el palmo en tu pecho para acariciarlo.
No debe existir más horizonte
que el que tus ojos han marcado,
que si es verdad que existiese,
en más pares lo hubiese encontrado.
También yo quiero recorrer tus labios,
recorrerlos de invierno a verano,
ser mancha de roja fresa allí aposentado,
y azúcar de uva en cada fin de año.
De los llantos, el que duele, el que no se puede contener,
del viento que se haga aliado el que corra a tu lado,
y de la fuerza, tenerte siempre un verso que componer.
Viento soberbio, que con soberbia la posees,
aire que con soberbia, que con soberbia la tienes,
viento soberbio, que la posees, la tienes, la erizas… la dejas.
Jaime Ernesto
Hola Jaime.
ResponderEliminarPotente alegato a la naturaleza,
que he leído con gran placer, una
poesía que viste y envuelve a
nuestra tierra, con bellas palabras.
Me ha gustado mucho.
Un abrazo cordial.
Benjamín.
Como no has querido soltar prenda, no hay otra, venga. La tierra (terreno) hay que trabajarla y desde que se sabe hombre, siempre ha tenido que luchar contra los elementos adversos, el que no consigue esa fuerza y ese arrojo puede que esté condenado al llanto y el dolor, a bosques sin claros y con vientos, sin formar parte de tierra ninguna, ni de nada. Un buen canto, me ha gustado, muchas gracias por compartirla. Un beso.
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