martes, 29 de abril de 2014

El secreto de Dulce



Aquella noche recordé la tarde de larga conversación con ella.

Llámame Dulce. Por qué llamarte Dulce cuando tu nombre es…

Pero lo cierto es que, mientras la escuchaba contarme sus andanzas, ella hablaba convencida de mi prudente decoro, pensaba en tomarla como a un dulce de leche. En nuestra templada primavera, ya quería verla tropical, y la imaginaba. Imaginaba el sujetador que definía sus formados pechos bajo la camiseta que invitaba a ver su piel más sensual. Una pieza, que permitiese un fácil desliz de la propia mano, como en un lapsus instintivo. Senos rosados y plenos sobre la mesa junto a mí. Ya pondríamos la foto con un fondo de mar en la pared sobre la cama, entre las estanterías, más tarde.

Seguía contándome cómo y por qué con su marido nunca se dejaba penetrar pero, aun así, él, la gozaba. No se queja, me dice, mientras me mira fijamente, y a mí se me aceleran las pulsaciones, atento a sus labios emitiendo una voz suave en un hilillo o seca y ferviente. ¿Y si me acerco? ¿Besar la rosa de su pezón, bajar mi mano por su abdomen abriendo el paso a saboreos cariñosos que se desatan en una lengua irreverente? Cosquilleada, excitada, tendida a merced del inicio del placer en la cama. ¿Y esa melena rubia que rodea sus ojos verdes? Quizá anuncie el color de los rizos salados bajo la parte inferior de su bikini…

Me sigue hablando de su marido, ahora dice que la asfixia; y a mí ya me da igual, de manera que, sintiendo vértigo en la boca del estómago, me lanzo hacia ella para descubrir que su sexo es luminoso como su rubio cabello, y me deleita con los hechos que han sido palabras sobre sus aventuras matrimoniales. Ella tan fiel, tan casta, tan diestra y sin embargo, tan aventurera.

Su saliva se desliza alrededor de mis labios y cuando la sorbo, noto su hálito y la escucho gemir y pienso, sí, yo la estoy penetrando. Gozando de cada instante, contagiado de sus ritmos recogidos de antaño como si fuera un ayer ansioso por repetirse día tras día. Cuando llega al placer respira unos momentos y coge energías: no se rinde y me sacia jugando con la carne de esos pechos que ya conozco, hablando a mi sexo con los labios que ya son íntimos.

Relajados, nos abrazamos, cruzamos un par de palabras y quedamos en silencio. Soy hombre que escucha a las mujeres, y Dulce, ella, no era menos.

Cierto es que más de una vez había rozado mi erección involuntariamente con su cadera, mientras paseábamos haciéndonos confesiones cercanas o en el estrecho espacio de la cocina. No hay nada como el secreto de una mujer, y aquella tarde, tras la charla, el polvo y el descanso, con la brisa de la tarde entrando por la ventana abierta, me confesó por qué no se había dejado penetrar.

Entre sollozos de alegría desatada liberaba un soplo largamente contenido en su vientre: había hecho el amor por primera vez con un turco a los dieciséis años, edad ni prematura ni tardía, cuando se fugó a Estambul. Lo deseó locamente, quizá en un afán por deshacerse del recuerdo de la vida que dejaba atrás; se entregaba a él sin pedir caricia ni cariño y saciaba sus ganas de poseerla con inocencia descarnada. Follaban y follaban. A veces se corría en su pecho turgente y terso; otras, ella aprendió a saborear el líquido de la fecundidad, y finalmente quedó encinta.

El turco puso demasiada distancia, y ella acabó deprimida ante la imposibilidad de mantener a la criatura junto a sí. Crecer juntas, educarla. No pudo, y la entregó en un centro de adopción. Nunca volvió a saber de ella, marchó sin mirar atrás. Y se tatuó la experiencia en el sexo de tal manera que, en veinte años, no había vuelto a acontecer.

Fue el roce continuo, el oído atento, la voz tranquilizadora, lo que la hizo sentir el instinto de volver a desear la plenitud. Como yo, la deseé aquella tarde, tan, tan… Dulce.


Laura y Eduardo

4 comentarios:

  1. Una historia muy bonita, pero muy triste. Genial.

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  2. Es verdad que es triste... Nos alegra que te haya gustado y agradecemos tu amable comentario. Un beso wapa.

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  3. Me ha gustado, está escrito de forma delicada y muy sugerente.

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  4. Nos alegra que te haya gustado y agradecemos tu comentario.

    Saludos

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