Aquella
noche recordé la tarde de larga conversación con ella.
Llámame
Dulce. Por qué llamarte Dulce cuando tu nombre es…
Pero lo
cierto es que, mientras la escuchaba contarme sus andanzas, ella hablaba
convencida de mi prudente decoro, pensaba en tomarla como a un dulce de leche.
En nuestra templada primavera, ya quería verla tropical, y la imaginaba.
Imaginaba el sujetador que definía sus formados pechos bajo la camiseta que
invitaba a ver su piel más sensual. Una pieza, que permitiese un fácil desliz
de la propia mano, como en un lapsus instintivo. Senos rosados y plenos sobre
la mesa junto a mí. Ya pondríamos la foto con un fondo de mar en la pared sobre
la cama, entre las estanterías, más tarde.
Seguía
contándome cómo y por qué con su marido nunca se dejaba penetrar pero, aun así,
él, la gozaba. No se queja, me dice, mientras me mira fijamente, y a mí se me
aceleran las pulsaciones, atento a sus labios emitiendo una voz suave en un
hilillo o seca y ferviente. ¿Y si me acerco? ¿Besar la rosa de su pezón, bajar
mi mano por su abdomen abriendo el paso a saboreos cariñosos que se desatan en
una lengua irreverente? Cosquilleada, excitada, tendida a merced del inicio del
placer en la cama. ¿Y esa melena rubia que rodea sus ojos verdes? Quizá anuncie
el color de los rizos salados bajo la parte inferior de su bikini…
Me sigue
hablando de su marido, ahora dice que la asfixia; y a mí ya me da igual, de
manera que, sintiendo vértigo en la boca del estómago, me lanzo hacia ella para
descubrir que su sexo es luminoso como su rubio cabello, y me deleita con los
hechos que han sido palabras sobre sus aventuras matrimoniales. Ella tan fiel, tan
casta, tan diestra y sin embargo, tan aventurera.
Su saliva se
desliza alrededor de mis labios y cuando la sorbo, noto su hálito y la escucho
gemir y pienso, sí, yo la estoy penetrando. Gozando de cada instante,
contagiado de sus ritmos recogidos de antaño como si fuera un ayer ansioso por
repetirse día tras día. Cuando llega al placer respira unos momentos y coge
energías: no se rinde y me sacia jugando con la carne de esos pechos que ya
conozco, hablando a mi sexo con los labios que ya son íntimos.
Relajados,
nos abrazamos, cruzamos un par de palabras y quedamos en silencio. Soy hombre
que escucha a las mujeres, y Dulce, ella, no era menos.
Cierto es
que más de una vez había rozado mi erección involuntariamente con su cadera,
mientras paseábamos haciéndonos confesiones cercanas o en el estrecho espacio
de la cocina. No hay nada como el secreto de una mujer, y aquella tarde, tras
la charla, el polvo y el descanso, con la brisa de la tarde entrando por la
ventana abierta, me confesó por qué no se había dejado penetrar.
Entre
sollozos de alegría desatada liberaba un soplo largamente contenido en su
vientre: había hecho el amor por primera vez con un turco a los dieciséis años,
edad ni prematura ni tardía, cuando se fugó a Estambul. Lo deseó locamente,
quizá en un afán por deshacerse del recuerdo de la vida que dejaba atrás; se
entregaba a él sin pedir caricia ni cariño y saciaba sus ganas de poseerla con
inocencia descarnada. Follaban y follaban. A veces se corría en su pecho
turgente y terso; otras, ella aprendió a saborear el líquido de la fecundidad,
y finalmente quedó encinta.
El turco puso
demasiada distancia, y ella acabó deprimida ante la imposibilidad de mantener a
la criatura junto a sí. Crecer juntas, educarla. No pudo, y la entregó en un
centro de adopción. Nunca volvió a saber de ella, marchó sin mirar atrás. Y se
tatuó la experiencia en el sexo de tal manera que, en veinte años, no había
vuelto a acontecer.
Fue el
roce continuo, el oído atento, la voz tranquilizadora, lo que la hizo sentir el
instinto de volver a desear la plenitud. Como yo, la deseé aquella tarde, tan, tan…
Dulce.
Laura y Eduardo
Una historia muy bonita, pero muy triste. Genial.
ResponderEliminarEs verdad que es triste... Nos alegra que te haya gustado y agradecemos tu amable comentario. Un beso wapa.
ResponderEliminarMe ha gustado, está escrito de forma delicada y muy sugerente.
ResponderEliminarNos alegra que te haya gustado y agradecemos tu comentario.
ResponderEliminarSaludos