Eran tiempos en que el insomnio me sostenía
casi hasta rozar la aurora, eran días y noches extrañas, de una existencia
inexistente, me explico mejor, son aquellos tiempos en los que te cuestionas si
tu vida tiene algún sentido, dudas de todo y de todos, y el vacío interno se
llena de muchas dudas que se juntan hasta convertirse en una: ¿Por qué a mí?
El tiempo juega en mi contra, ni
siquiera me quedan fuerzas para escribir, no me queda el calor de las palabras,
las que nadie te dice y como flaco consuelo, te las dices tú. Puedo tirar de lo
escrito, de eso que es poco conforme para ver la luz, puedo publicar en alguna
página de relatos de esas que abundan en internet, por el hecho de gritarle al
mundo que estoy viva y que lucho cada día por sobrevivir, por mucho que el
fondo del río me llame. Pero esa que piensa eso, no soy yo, es la Otra, esa
mujer extraña que se ha apoderado de mí.
Y el tiempo pasaba, como siempre indiferente al drama, a la
locura o a la alegría de los hombres y mujeres que pueblan este mundo, sin
saber que hay un hilo rojo que les conduce, un destino misterioso y engañoso
que a veces nos juega la mano y cuando menos te lo esperas te encuentras en el
camino con lo que no sabías que conocías, y reconoces, reconoces lo que habías
perdido sin tan siquiera saber de su existencia. Lo que no sabías que te
importaba, estaba otra vez al alcance de tu mano.
Después de tanto tiempo luchando en solitario en contra de
la mala vida, que por lo visto se había empeñado a pegarse a mí como si le
fuera la vida en ello, válgame la redundancia, hace algún tiempo que he vuelto
a soñar y a mirar más allá de las brumas del páramo desértico en el que vivo.
Empiezo a atisbar espacios verdes y soleados en donde los sueños tienen todo el
derecho a existir y a medrar bajo la brisa que proviene del aliento de la siempre
esquiva e inconstante fortuna.
Hoy he publicado un bonito relato de
viajes, viajes imaginarios, nada más ni nada menos que al otro lado del mundo
sin moverme del sitio, donde hace frío, pienso que si hace mucho mucho frío
fuera, no sentiré este helor que me congela la sangre. Tengo que salir de esta
fantasía y volver a la realidad, dentro de un rato tengo visita con el
oncólogo, no quiero que piense que soy una cobarde, ni siquiera que piense que
he perdido el norte porque perdí la brújula.
La cosa no va muy bien, me han dicho
de operar, pero no creo en los médicos, ellos enseguida abren, cortan, cosen,
se quitan la bata y se lavan las manos. Pienso darme tiempo a pensar, a ver, un
tumor es un tejido que crece dentro del cuerpo, quién ordena tal cosa, creo que
es el cerebro, entonces entenderé a mi cerebro para que entienda a su vez que
no tiene mucho sentido matarme de ese modo.
Un chico ha comentado mi relato, me
da pena, porque no entiende nada, ha dicho que le gusta, imagino que es porque
le suena rítmico, al igual que puede sonar el mar.
Me hace gracia, volveré a publicar
otro, y otro, y otro, tengo tantos de tantos momentos de soledad.
Y a cada uno, un nuevo comentario,
como si en esta página con tanta gente, no hubiese nadie más que mi propio eco
y él.
Por fin
después de diez meses de arrastrar este cuerpo por las sentinas de la vida,
puedo permitirme el lujo de conectarme otra vez a Internet casi no puedo
creerlo.
Antes de la debacle económica, me había acostumbrado a leer los relatos de aquella chica, me encantaba como escribía y no me perdía uno. Entré en la página en la que tanto había disfrutado publicando y comentando. Y ahí estaba, como si el tiempo no hubiera pasado, un relato con su nombre, sentí cierta nostalgia, y comencé a leer.
Antes de la debacle económica, me había acostumbrado a leer los relatos de aquella chica, me encantaba como escribía y no me perdía uno. Entré en la página en la que tanto había disfrutado publicando y comentando. Y ahí estaba, como si el tiempo no hubiera pasado, un relato con su nombre, sentí cierta nostalgia, y comencé a leer.
Han pasado muchos meses, al final no
me dejé operar, pero marearon todo lo que pudieron y más, el caso es que estoy
recuperada, con controles periódicos pero fuera de tantas pesadillas. He vuelto
a recuperar las ganas de escribir, ayer mismo, publiqué mi primer relato de mi
nueva vida en aquella página olvidada de Internet y hoy, al mirar los
comentarios había uno de aquel gracioso chico, mirando su perfil he visto que
ha puesto su email, y le escribí.
De este modo tan extraño, el
caprichoso hilo rojo del destino y después de darnos un revés con mano vuelta,
nos volvió a unir.
Laura Mir y Benjamín J. Green
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