sábado, 11 de octubre de 2014

EL HEREJE - 4º Concurso "Arma una historia basada en una imagen"



Me miro en el espejo y sólo puedo verlo a él, no sabía que el mas allá sería esto, un simple contador conectado a mi corazón, no sabía muy bien para que servía, cuando me desperté, estaba ahí, ahora sólo me quedaba esperar, lo que sí me preocupaba un poco era el número que aparecía en el display “34038”. Se ve que la tecnología también había llegado hasta aquí, sí,  tuve que coger número para poder entrar a la antesala del purgatorio y cuando por fin me tocó, me llevaron directamente ante el diablo, el cual me informó de lo que tenía dispuesto para mí, por mi mala vida y mis afrentas al estamento religioso, que como bien era sabido por todos, sólo tenía pena de infierno.

Mi ahora jefe me confesó que le sabía mal tener que condenarme, que la religión y él no tenían buenas relaciones, pero que había un contrato que le obligaba a castigar a los que se mofaban de su celestial y encumbrado colega. Y como no podía sustraerse de lo firmado, me condenaba por reincidente, cansino y descreído, solo que no iba a ser apaleado ni torturado, iba a estar confinado en un lugar con otros y otras como yo, hasta me guiñó el ojo con sorna. Eran buenas noticias, no me iban a abrir en canal ni nada que se le pareciera, así que seguí algo más tranquilo, al guardián que se me asigno tenía pinta de filósofo griego.

Seguimos un largo pasillo, con innumerables puertas a los lados, todas numeradas y al llegar a la 666 el filósofo se paró,  abrió la puerta y esperó a que entrara. Cuando esta se cerró, vi que me encontraba en un pequeño salón donde había un par de personas sentadas en unas butacas, se parecía mucho a la sala de espera de la consulta de cualquier médico, saludé a los presentes y me senté. De repente una voz que salía de un altavoz me nombró, al mismo tiempo que se abría una puerta en la cual no había reparado. Un poco receloso me encontré en una sala inmensa y cuál fue mi sorpresa cuando la encontré atestada de purpurados, santos, santas, patriarcas, profetas, papas, cardenales, santones e iluminados de todos los colores, razas y religiones, no me lo podía creer, este cabrón de diablo se había reído de mí con guiño incluido.

Pero lo peor es que todos me estaban mirando, como cordero para sacrificio, y vi en sus ojos el ansia por convertir, subyugar y convencer, casi me desmayo. De repente un hombre se me acercó,  o sea un tipo más bien como yo, contador en el pecho incluido. Después de haberme saludado me llevó junto a una especie de cabina de cristal y me informó que los números del display no eran los años que iba a pasar allí, eran los números de los que tenían que sermonearme por tantos años de desprecio a las religiones, que sólo podría salir de la cabina cada dos mil sermones y que lo sentía mucho por mí. Iba a negarme rotundamente a aquello, pero antes de darme cuenta estaba encerrado y ya se estaba acercando el primero de ellos con cara de loco furioso y con pinta de un Savonarola a punto de ser conducido a la hoguera.

Llevo cincuenta sermones, ya no puedo más y el cristal sólo refleja mi angustia, a la par de todo lo que me queda por escuchar... 3988 sermones.

Por hereje estoy bien jodido y por ateo convencido, así me veo.


Benjamín J. Green

No hay comentarios:

Publicar un comentario