Las bombas
seguían sembrando el suelo de Londres. Yo, al igual que mis compañeras,
permanecía bajo la mesa de la oficina, cortinas corridas, luces apagadas
siguiendo las directrices del Gobierno Británico. El resplandor de las explosiones
lejanas se filtraba esquivando las cortinas corridas, estallidos que se iban
colando, mutando la oscuridad por segundos de resplandores, violetas, azules,
blancos, vuelta a la oscuridad. Sillas, mesas, que se iban desplazando
milímetro a milímetro por un suelo que no cesaba de temblar. Sólo se escuchaba
el maullido incesante de las alarmas antiaéreas, las explosiones y los motores
de los aviones que sobrevolaban la ciudad.
La puerta
del director del MI5, David Petrie, estaba cerrada. Se encontraba reunido con
Stewart Menzies, al igual que todos los anteriores directores del MI6 conocido
como “C”, y con el agente Garbo. Reunidos,
de la Inteligencia Británica, su colega de contraespionaje y el doble agente
español. Y son casi
cuatro años desde que las bombas atraviesan el cielo gris de Londres, cambiando
edificios por escombros.
Ni yo, ni
el resto de las secretarias manteníamos un contacto directo con Garbo. Pocas
cosas sabemos de él. Que es español y que constantemente viene a entregar o
recoger informes. Su escaso pelo castaño oscuro quizá le haga aparentar un poco
más edad de la que tiene. Diría que ronda los 35 años, siempre detrás de unas
enormes gafas de montura negra y una barba poblada y un tanto desarreglada que
le da cierto aspecto de profesor universitario tímido y despistado.
Las bombas
habían cesado. Callan los maullidos de las alarmas antiaéreas, el suelo ya no
transmite ninguna vibración. Unos segundos, casi imperceptibles de silencio, y
desde la calle llega el rumor de los gritos y las sirenas de bomberos y
ambulancias.
- Señorita
Richardson, pase a mi despacho, necesito que tome apuntes, por favor.- El señor
Petrie me había llamado.
Salgo de
mi escondite, me sacudo las rodillas de polvo, cojo mi bloc de notas y me
dirijo al despacho. Detrás de su mesa se encontraba el señor Petrie, y delante
hay tres sillas, dos están ocupadas, la central por el señor Menzies, a su
derecha el agente Garbo y la de su izquierda permanece vacía.
- Perdón.-
sonó a mi espalda mientras se escucha la puerta abrir.
- No se
ande con formalidades y siéntese.- Dice el señor Petrie. Acaba de entrar Tom
Harris, el inseparable compañero de Garbo desde que fue reclutado en 1942 por
el MI5.
Tomé
asiento en un rincón de la oficina y me dispongo a tomar nota de todo lo que
allí se diga. Ya se concede permiso para encender las luces, de hecho, las
luces de mi oficina ya estaban encendidas. Me siento bajo una lámpara de pie,
que junto a la lámpara de escritorio, son las únicas fuentes de luz que hay. El
humo de los cigarros flota por la estancia, la luz la traspasa, pero eso no
hace que la niebla desaparezca.
- Hoy 10
de Enero de 1944,- comienza a decir el señor Petrie para poner en situación a
los asistentes,- a las 19:45, el agente
Garbo, aquí presente, ha solicitado una reunión de urgencia para notificar que
desde la Abwehr, el Servicio de Inteligencia Alemán, han pedido información de la Operación
Overlord, es decir, los planes que hemos trazado los Ejércitos Aliados para el
desembarco de tropas en la Europa continental. Quieren conocer todos los
detalles de los que se puedan disponer. Desde en qué lugar se llevará a cabo,
quién será el Comandante Supremo de las fuerzas aliadas, las tropas que se han
reclutado, el momento previsto para la acción. Resumiendo, todo.
- Así es.-
Confirma el español con el mismo acento que le hace reconocible, al darnos los
buenos días, sin la necesidad de que las secretarias levantemos la cabeza.
- Esto
puede significar un pequeño contratiempo.- Dice Stewart Menzies.
- O un
punto de apoyo para nuestros planes.- Corrige el director del MI5.
-
Explíquese.
Petrie dijo
dirigiéndose a “C”, Menzies.
- Era
inevitable que la información llegase a oídos enemigos. Es imposible ocultar el
movimiento de tropas que se está desarrollando en nuestro país. Barcos,
aviones, tanques, no son invisibles, ni tan siquiera las personas. Estamos muy
debilitados para la lucha aérea, lo cual hace que puedan volar constantemente
nuestras costas y sacar fotos, y su red de espionaje puede ser tan eficaz como
la nuestra.
El señor
Petrie hizo una pausa para encenderse un puro, dar un trago al whisky que tenía
en su vaso, bajo y ancho, y continuar con la explicación.
- Desde el
Gobierno y desde el Alto Mando del ejército americano ya se había tenido en
cuenta esa posibilidad. Cuanto más tarde hubiese sido el descubrimiento mejor,
como es natural. Pero ahora, señores, les presento la Operación Fortitude.
Abrió su
cartera negra, gastada por el uso, y sacó cuatro dosieres idénticos, con las
palabras TOP SECRET claramente selladas en la portada. Los repartió entre los
compañeros.
Una vez
que los asistentes abrieron la primera página, continuó:
- La idea
es tan sencilla como difícil de realizar. Sabemos por nuestras fuentes en el
Alto Mando Alemán que están convencidos de que la invasión se realizará por
Calais, al norte de Francia. Tiene múltiple ventajas. La distancia que separa
el Reino Unido de Europa, la proximidad con Paris, en caso de conseguir abrir
una brecha dejaríamos el ejército Nazi separado en dos. Pero a su vez tiene un
gran inconveniente. Está fuertemente custodiado haciendo inviable un desembarco
por aquella costa debido también a la estrechez que presenta la playa. Las
bajas aliadas serían de un precio impagable. Por la tanto, la Operación
Overlord se realizará en otro lugar, digámoslo así, aún por decidir. Señor Pujol…
Era la
primera vez que escuchaba el nombre del español.
-…usted
jugará un papel destacado en la Operación Fortitude.
- Y de qué
forma se supone que tengo que jugar ese papel.
- Muy
fácil. Ha sido seleccionado por ser
agente de rango A1, es decir, de máxima confianza tanto para nosotros como para
los alemanes. Junto a otro número de Agentes de la Corona Británica, también de
rango A1, se encargará de hacer creer
que, efectivamente, el desembarco se realizará en el Pas de Calais. Para ello,
deberá enviar información sobre el movimiento de tropas aliadas en el sudeste
de Inglaterra. Hacer creer de la misma forma, que desde Escocia se prepara una
segunda invasión sobre Noruega para inmovilizar en aquel país sus fuerzas. A su
vez, desde el MI6,-se dirige al señor
Menzies,- coordinarán un simulacro a gran escala de envíos a través de
radiofrecuencia, con miles de coordenadas y datos, para simular el movimiento
de un gran número de hombres. Situaremos carros blindados hinchables, camiones
de cartón, coches, falsas barracas en el área dónde se supone que estarán las
divisiones aliadas, para que sus aviones espía se concentren en fotografiar la
zona. Y la jugada maestra caballeros…
Hizo una
pausa de unos segundos, para levantar expectación. Todos sus compañeros se
inclinaron levemente hacia él, tuve la sensación de que eran niños a punto de
oír un secreto.
- El
mismísimo General George C. Patton, el terror de los alemanes, se desplazará a
la zona. Queremos que piensen que será el Comandante Supremo en la Operación Overlord.
Le sacrificamos, sí, pero tiene que ser un gran golpe de efecto. Eisenhower, el
americano, ha sido declarado Comandante Supremo de las fuerzas aliadas. No es
que estos americanos sean mejores que nosotros, es, simplemente, que aportan un
número mayor de fuerzas. Mientras que Patton se pasee por el sureste de este
país, nadie en su sano juicio pensará que el desembarco empezará desde
Southampton.
•
• •
-
¿Señorita Richardson?
-
¡Oh! Agente Gar… Señor Pu…
-
Juan, puede llamarme simplemente Juan. He creído ver su cabellera pelirroja al
entrar al bar y he decidido venir a saludarla.
-
Siéntese, por favor.- Ofrecí al agente Garbo.
-
Qué hace aquí, sola, a estas horas tan tempranas. Anoche, cuando nos fuimos
pudimos oírla trabajar frente a su máquina de escribir. Y como sabe, la reunión
no acabó muy temprano.
-
Tuve orden de pasar a máquina las notas de la reunión. He pasado el resto de la
noche en vela, y para estar dando vueltas en la cama he preferido venir a
trabajar.
-
Pero tendrá un hogar en que refugiarse, un hogar donde pasar mejores momentos
de los que pueda encontrar en la oficina.
Suspiré.
Pude ver en sus ojos que el suspiro iniciaba una conversación. Aquellos días
vivía terriblemente sola. La guerra estaba instalada en cada hogar de
Inglaterra y nadie podía ofrecer consuelo a nadie. Quizá no fuese el mejor
momento para tener una conversación, y quizá él no fuese la persona que hubiese
querido para tenerla. Pero era el único momento que tuve, era la única persona
que había. Tarde o temprano tenía que hablar de ello. Nadie mejor que un
desconocido. Dolor que se le descolgará al mismo tiempo que cruce la puerta.
-
Mi hogar se ha quedado en la mitad, Juan.- Comencé.- Mi marido Jim ha sido
reclutado para formar parte del ejército inglés. Le están entrenando,
preparando, para el desembarco de las tropas aliadas en Europa. Tengo miedo.
Miedo simplemente de los rumores que se escuchan, de que será una carnicería,
que los alemanes tienen demasiado bien protegidas las costas como para
sorprenderles. Sé que aún falta mucho, o quizá no tanto, pero ahora las
pesadillas son las que duermen en su lado de la cama. Me alisté en el Servicio
de Inteligencia porque sabía que son los primeros en recibir la lista de bajas
del día anterior. Necesidad de servir a mi patria, sí, pero no quería que nadie
viniese a decirme que soy viuda. No quiero que llame a mi puerta un militar con
el compromiso de aligerar un dolor que quizá desconoce.
-
Y usted, Juan, ¿qué hace en esta tierra, qué hace en una guerra que no es suya?-
Pregunté.
-
No sé si lo sabrá, pero soy español.- Asentí.- Allí acabamos de pasar la mayor
de las atrocidades, una guerra que ha enfrentado a hermanos contra hermanos, un
país dividido entre bandos siendo hijos de una misma tierra. Rápidamente se
comprende que la guerra no entiende de propietarios. He visto madres con sus
hijos, aún niños, muertos en sus brazos. Tengo una imagen clavada, no consigo
que salga de mi cabeza. Un niño, de dos o tres años, con una camisa raída, ¿lo
he dicho bien, raída?
Dije
“sí” con mi mente, pero afirmé con la cabeza.
-
Llora desconsolado buscando a sus padres.-Continuó hablando.- La gente pasa por
su lado. Parece que es invisible, nadie le ve, nadie le escucha, incluso hay
quien llega a golpearle y hacerle caer. Todo
pasa tan cerca de las bombas que caen…
La
angustia comenzaba a apoderarse de sus palabras. Se iba notando como se le iba
formando un nudo en la garganta.
-
Al finalizar la Guerra Civil Española pude haber optado por exiliarme a Francia
junto a cientos de compatriotas. Pero realmente no soy enemigo de nadie. Cuando
llegó la información de la guerra que estaba ocurriendo en Europa me propuse
luchar contra esa barbarie. Quiero que esta guerra sea lo menos atroz posible.
He visto lo que el ejército nazi puede hacer. Las miles de formas que pueden utilizar
para matar. Y en las Brigadas Internacionales los comunistas hicieron estragos
entre los que no dejaban de ser nuestros hermanos.
Hizo
una pausa para pedir un café caliente que reconfortara el frío en aquella
mañana de invierno:
-
Por lo cual, la mejor opción sería intentar ayudar desde el bando menos
equivocado. Tuve reuniones en la Embajada de Inglaterra, en Madrid, con los
servicios secretos, pero no me aceptaron. Sin explicaciones. Simplemente,
no. Decidí no darme por vencido. Si el
amigo no quería tener contacto conmigo quizá el enemigo me tuviera en
consideración.
Tras
el primer sorbo, siguió su relato:
-
A los pocos días me dirigí a la Embajada de Alemania. Tuve una entrevista con
los Servicios Secretos del Abwehr. Simplemente me inventé que me debía
desplazar a Inglaterra por motivos de negocios, y que yo era un fanático nazi, y creí mi obligación llevar el
deber nazi a esta tierra. Me aceptaron. Me adiestraron rápidamente, sobre todo
en los códigos secretos para pasar información. Allí empezó la más rocambolesca
historia que jamás haya escuchado.
Sonreí.
Me puse cómoda en la silla, y me dispuse a escucharle, con mis dedos
entrelazados rodeando mi taza de té.
-
La idea era que yo me desplazase a Londres. Desde allí recorrer toda Gran Bretaña
reclutando contactos para el ideario Nazi. Pero no fue eso exactamente lo que hice. Fui a Lisboa, desde allí comencé a
inventar una serie de agentes que supuestamente me pasarían información sobre
Gran Bretaña. Evidentemente, no disponía de tales agentes. Pero debía encontrar
la información. Lo que hice fue consultar libros y revistas, como la Guía Azul
de Inglaterra o la Royal Navy, donde encontraba información como por ejemplo,
el movimiento de buques mercantes. Esa información la remitía a Madrid, asegurándoles,
una y otra vez, que era valiosísima. Para que creyesen que viajaba, de tanto en
tanto iba pasando la lista de gastos, con la lista de precios que sacaba de la
guía. Hace poco, Tom Harris, creo que le conoce…
Confirmé
que así era.
-
Bueno, pues Tom me hizo comprender un error básico que yo ni había planteado.
Bien, en un informe remitido, puse que encontré a un escocés embriagado de
vino. Tom me repuso, los escoceses no beben vino, sólo cerveza o whisky. Me
quedé blanco, pero él no paró de reír. Por suerte, parece que los alemanes no
tienen tampoco esa información disponible.
Después
de soltar alguna carcajada, siguió contándome su historia.
-
Hace un par de años los Servicios Secretos vinieron a buscarme a Lisboa. Me
trajeron a Londres, quedando mi hijo y mi mujer embarazada en la capital
portuguesa y me estuvieron interrogando durante un par de días. Me preguntaban,
una y otra vez, si yo era el Agente
Alaric, del cual habían interceptado informes, la mayoría absurdos, decían.
Tuve que responder una y otra vez que sí, que era yo. Les di hasta treinta y
ocho informes que había enviado a mi contacto alemán en Madrid. Parece que
estuvieron comparándolos con los que habían interceptado. La cuestión es que al
final creyeron mi historia. Me adiestraron y me pusieron el nombre clave de
Garbo, según parece, por la actriz. Me dijeron que si era tan gran actor para
haber montado una mentira tan grande qué mejor nombre que el de la mejor
actriz. Me dieron un pequeño despacho, la compañía de Tom y una máquina de
escribir, lo cual fue muy duro al principio, ya que no sé mecanografía, y
también mi familia aún estaba en Lisboa. Pero bueno, ha mejorado la cosa, mi
familia ya está a mi lado, se me da mejor escribir a máquina y hasta me han
asignado una ayudante. Y esa es,
señorita Richardson…
-
Elisabeth, por favor.- Corregí.
-
Y esa es, Elisabeth, mi pequeña historia en esta gran guerra.- Concluyó el
relato con la primera sonrisa que pude verle.
Estuvimos
hablando. Dos personas, que sin los horrores que provoca la destrucción sin
motivo, nunca hubiesen llegado a coincidir.
Al
sonar siete campanadas del Big Ben nos pusimos en marcha hacia la sede central
del Servicio de Inteligencia Británico, en un edificio bien camuflado de la
calle Jermyn.
•
• •
El
despacho del señor Petrie estaba más concurrido esa mañana. Aparte de los
presentes en la reunión de la noche anterior, pude contar diez oficiales de
alta graduación sentados en el rincón opuesto al mío. Oficiales británicos,
americanos, y por la hoja de arce que lucían, canadienses. Los grandes
ventanales se encontraban con las cortinas descorridas dejando pasar la triste
luz que llegaba del exterior. El Señor “C”, directo del MI6, tomó la palabra:
- La
agente Treasure, que se encuentra en Berlín, confirma que los alemanes están
convencidos de que la invasión empezará en el Paso de Calais. Están reforzando
la zona con el envío del Quinto y Séptimo ejército. La proximidad de las
fábricas militares alemanas hace, de ese lugar, otro motivo más para que sea el
punto idóneo para el desembarco. Debemos hacer que sigan pensando así. Y
debemos hacer que no muevan las fuerzas que tienen desplazadas allí ni las que
tienen en Noruega. Para ello seguiremos los planes trazados anteriormente.
Además de contar con la inestimable colaboración del agente Garbo, también
estamos trabajando para que la farsa penetre a través de las embajadas de los
países neutrales. El agente Dusan Popov, con nombre en clave Trycicle, es el
encargado de ir propagando esta idea por las embajadas.
Tras una
breve pausa se dirigió al Tom.
- Señor
Harris, ¿podría explicarnos de qué forma se transmite la información a través
del agente Garbo?
- Será un
placer. Como sabrán el agente Garbo ha ido trazando una red de espías falsos que
supuestamente trabajan para él. Esta falsa red, que actualmente alcanza los veintisiete
miembros. Empezó a tejerse desde su estancia en Lisboa. De cada uno de ellos se
ha tenido que inventar el nombre, la nacionalidad, su ideología, el odio hacia
su patria, o hacia Inglaterra o Estados Unidos si fuese necesario, los
problemas sentimentales o económicos. Detallados informes de cada uno de ellos.
Cada transmisión debe aportar quién y desde dónde, de qué forma ha conseguido
la información. Juan Pujol y yo no podemos errar en estos pequeños detalles.
Cualquier pequeño fallo, por insignificante que pareciese, podría levantar
sospechas en el Abwehr y perder toda su credibilidad.
Con un
pañuelo que llevaba en uno de los bolsillos de la chaqueta, Juan comenzó a
limpiarse las gafas. Mientras Tom continuaba hablando.
- Al
principio todas las transmisiones se hacía por correo postal. Pero, afortunadamente,
el agente Garbo nos hizo entender la importancia de disponer de un operador de
radio junto a un equipo, digamos clandestino.
Causaba
impresión ver a todos aquellos hombres vestidos con uniforme militar prestar
tanta atención. De esas personas dependía el futuro de Europa. Tom prosiguió.
-
Casualmente encontramos un operador, el único que se ha complacido por ofrecer
sus discretos servicios a la causa nazi. Evidentemente este agente no existe. Esto
permite que el trasvase de información, o desinformación, si lo prefieren, sea
más ágil, más rápido. Los datos que se deseen enviar se transfieren a Madrid,
al Servicio Secreto alemán en la capital española, y desde allí, a Berlín. Nos
permite controlar el tiempo de una forma más eficaz, minimizando el riesgo,
tanto de ser descubiertos como de provocar un ataque contra nuestras tropas con
resultados desastrosos.
- ¿Qué
quiere decir con un ataque contra nuestras tropas?- Interrumpió el Coronel
McGregor, de los Estados Unidos de América.
Le pondré
un ejemplo que le ilustrará perfectamente lo que quiero decir. Antes de la
Operación Torch, el desembarco en el Norte de África, Garbo inventó que el
agente que estaba residiendo en Liverpool había enfermado, por lo cual no se
podría transmitir información de aquella zona hasta que el agente en cuestión
estuviese recuperado. El desembarco empezó desde ese punto, como sabrán. Pero
si informamos a los alemanes, podrían estar esperando y deshacer toda la
operación. Por el contrario, si no se les informa, podrían desconfiar de
nuestro agente. Para evitar una cosa y la otra hicimos lo siguiente. Primero,
el supuesto agente Gerdess, había muerto. Para reforzar la idea publicamos una
esquela en Liverpool Post, de la cual el agente Garbo remitió una copia a su
contacto en Madrid. Lo segundo que hicimos fue matasellar la carta con la
información, pero remitirla una semana después, que les llegase, sí, pero
tarde. La información al final había sido obtenida por la agente inventada, con
clave, La Viuda, esposa de Gerdess. Como saben se encontró escasa resistencia
en el Norte de África, pero el agente Garbo fue felicitado, desde las altas
instancias alemanas, por la valiosísima información que había transmitido. Pero
aun así existiría el riesgo de que la carta hubiese sido recibida antes de lo
deseado. Además es más fácil controlar el tiempo por medio de la radio.
- Y a
partir de ahora.- Habló el Teniente General Frederick Morgan de Gran Bretaña.
- A partir
de ahora, Señor, no tendremos un segundo de respiro. – “C” se encargó de
responder. -No menos de cuatro mensajes han de llegar cada día a Berlín. Que
busquen, que interpreten. Cuál es el contenido de los mensajes, ese será su
cometido, caballeros.
Juan permanecía callado. Los oyentes parecían
complacidos.
•
• •
Las
sirenas anuncian un nuevo bombardeo, me habían sorprendido boca arriba en mi
cama. Bajé las escaleras a toda prisa, impulsada por el miedo, saltándome los
escalones de dos en dos, para poder refugiarme
en el sótano junto al resto de
los vecinos. Cada uno de nosotros combate el miedo como puede, todos somos
conscientes de que puede ser que esta noche sea la noche. Únicamente los niños
juegan en un rincón, con el pelo blanco del polvo que va cayendo
constantemente, rompiendo la monotonía del silencio con sonoras risas o llantos
inocentes. Puede que amanezcamos debajo
de unos escombros. Paso el tiempo rezando entre dientes y con un papel arrugado
entre las manos. Mi forma de combatir el miedo. La única carta que por ahora ha llegado de
Jim. Tengo la impresión de que mi ansia la debería de haber vuelto
transparente. La he releído tantas veces que conozco hasta el más mínimo
defecto del papel, cada mancha negra que indica que debajo había alguna
información que la censura tuvo a bien que no conociese, cada paseo que dimos y
que me relata, cada roce que juntó su piel con la mía, el último suspiró oculto
tras el silbato del tren que me lo arrebató. Ya no la leo, la sé de memoria,
únicamente la acaricio como si fuese el último paño donde se juntaron nuestras
lágrimas.
Amor mío, cuídate por favor.
Regresa a casa. Haz que los recuerdos de esta maldita guerra sean de un español
de ojos marrones, no hagas que tenga que vivir una vida recordándote.
• • •
Pasaron
un par de semanas hasta que el español volvió a la oficina. La noche anterior fue
otra noche de nostalgia contenida, otra noche de descanso, de miedo a un futuro
que parecía acercarse. Miedo a un adiós que no teníamos previsto aún. La vida
debería vivirse sin despedidas.
Mis
pensamientos volvían una y otra vez a Jim. Se volvían escurridizos. Me hablaban
del pasado compartido con mi pareja, de la fugaz boda para poder recibir
pensión en caso de… No quería pensar en
eso, pero no había forma de expulsar esos pensamientos de mi cabeza. Intentaba
concentrarme en la esperanza del futuro. En su regreso, en la felicidad de
volver a tenerle entre mis brazos, entre mis piernas. No quería imaginar el
llanto que se me escaparía, ni el de sus padres, ni el de los míos... ¿Realmente
puede una bala cambiar tantas vidas?
-
Elisabeth, tan temprano. Debería usted pensar en abrir el local.
-
¡Oh! Juan. Usted por aquí. Pensaba que
no había disfrutado de mi compañía.
-
¡Como puede pensar eso!- Dijo levantando las manos, ligeramente, al aire. –
Estamos liados, muy liados. Debemos distraer su atención de…
-
Normandía. Lo sé.- Dije. Sin embargo no me atreví a decirle las veces que mis
dedos se habían recorrido esas costas en un mapa. Las veces que había soñado en
no conocer ese nombre.
-
Normandía, sí. Muchas vidas están en juego.
Vio
de qué forma bajó mi vista y mis manos se apretaron para hacerse un puño.
-
Eso no tengo que explicárselo a usted, claro. Estese tranquila. Por ahora
parece que todo va según lo previsto. Treasure asegura que siguen aumentando
las defensas en Calais. Parece que a Rommel, al gran estratega del desierto, le
han asignado la misión de coordinar la defensa de la costa, desde España…
España,
su país. Pude notar cómo cientos de imágenes galopaban por su cabeza. Como su
vista se alejó por la ventana del local.
-
…Hasta Alemania junto al Mariscal de Campo Gerd Von Rundstedt. Puede ser
preocupante. Que Rommel esté asignado a semejante misión puede hacer que la
maniobrabilidad del ejército alemán crezca considerablemente…
-
Su corazón qué le dicta.- Interrumpí intencionadamente su locución. Quería huir
de la persona que podía dirigir la muerte de mi marido, Rommel, el culpable de
que me devolvieran un héroe en lugar de un esposo. Mis ganas de huir pudieron
más que mis ganas de saber cómo ganaríamos esa guerra. Si se podría ganar esa
guerra.
-
Mi corazón poca cosa puede decir. Quedó atrapado en 1939. Tengo miedo de que llegue el verano. Bueno,
aquí, en su país, no es tan problemático. Ni viven con aquel calor
insoportable, y por desgracia, los aviones vienen a visitarnos demasiadas
noches.
En Lisboa me aterrorizaba
escuchar un ventilador. Ese sonido, ese rotor, sonando de la misma forma que un
bombardero antes de soltar su carga. Explosiones. La imagen de una mujer,
vestida de riguroso luto, de cabellos negros como un día más en una guerra,
arrodillada junto al cuerpo de su marido, que no se mueve, que no respira, el
mundo se volvió negro como su cabello, y el único toque de color que pude ver
en aquella desesperación fue el pañuelo blanco que le servía para recoger lágrimas y sangre. De nada sirve que una mano
amiga quiera empujarla a seguir adelante. El dolor la tiene paralizada, con una
rodilla tocando el suelo y la otra sujetando su brazo que busca consuelo
apoyado en su pecho. Un rostro destrozado es suficiente motivo para que la
guerra viva conmigo, Elisabeth, eso es lo que dicta mi corazón.
Le
cogí una mano y la puse entre las mías. Quise aliviarle los recuerdos, y
también sentía que algún día alguien pudiera aliviar los míos. Puede que sólo
estuviera sentada delante de un espejo con un reflejo que viene del futuro.
•
• •
La mañana
del 29 de abril fue caótica. Desde primera hora de la mañana se respiraba en el
ambiente que algo sucedía. No tardé mucho en saber qué era. Juan me acompañó a la hora del almuerzo. Habíamos
ido forjando una pequeña amistad a lo largo de aquellos tres meses.
- ¿Qué ha
pasado?- No pude contenerme de preguntar a los pocos instantes de quedarnos
solos.
- Esto no
le va a gustar, Elisabeth.- Dijo en tono serio.
-¿Qué ha
pasado?- Insistir notando cómo se humedecían mis ojos.
- Ha sido
en Lisboa. Los alemanes arrestaron ayer a Johan Jebsen, de nombre clave Artist.
- ¡Durante
los últimos meses ha sido su contacto en Lisboa!- Intentaba procesar
rápidamente lo que significaba esa noticia.
- No sólo
el mío, por desgracia. También estaba estrechamente unido a Dusan Popov,
Trycicle. Les une una gran amistad.
No estaba
segura de qué significaba. Buscaba soluciones a problemas que aún no había
llegado a comprender.
- La Operación
Fortitude puede saltar por los aires. Eso significa.- Pareció que pudo leer mis
pensamientos, vaciando el aire de sus pulmones dijo lo más serenamente que pudo.-
Si Jebsen habla, todo el desembarco quedará bloqueado. Lo más difícil será
saber si habla o no. Puede que cuando
desembarquen en Normandía les estén esperando, que no quede ni un soldado
alemán en Calais ni en Noruega, mientras nosotros seguimos convencidos de que
están esperando en aquellas costas. Quizá consigan engañarnos. Pueden tener
todas las fuerzas allí concentradas.
- Lo sabríamos,
¿no?- Balbucee. Apenas salieron las palabras.
- Ojalá
fuera tan sencillo, ojalá. Pero los alemanes se fían de mí, de sus otros
espías. Nosotros nos fiamos de Treasure y de los otros. Nunca se podrá saber quién engaña a quién. Espero que no sean ellos
quienes dispongan del mejor farol. Si Jebsen habla, reza para que lo sepamos de
antemano. Esas playas pueden ser una
auténtica ratonera. Espero que los 150.000 fantasmas que esperan en Kent, junto
a barracas que sólo son sombras, y vehículos que son sólo hinchables logren su
función. Espero que Patton sea un anzuelo apetecible.
- ¿Se sabe
cuándo será?- Pregunte desesperada. Quería saber, quería estar preparada.
Rezar, rezar, ese día.
- Lo
siento, no puedo ayudarle. Esa es una información de Alto Secreto. Han
expulsado a oficiales americanos del ejército con deshonor, por revelar información
de menor rango mientras se escapaban de los campamentos para ir a beber a los
pubs. Sólo sé que se habla de Día D.
Lloré. No
quise evitarlo. No le vi marchar. Sólo noté cómo me acarició el pelo al
hacerlo.
•
• •
Seis de
junio de 1944. Estoy convencida que esa fecha quedará grabada en los libros de historia.
Le vi en la puerta del bar al llegar. Estaba de pie, fumando, andando
desordenadamente, esperándome fuera. Me miró. Me abracé. Supe que todo había
comenzado.
- Vinieron
a buscarme a medianoche.- Me dijo sin soltarme.- He tenido que transmitir que
todo ha empezado.
- ¡Les ha
avisado!- No me lo podía creer.
- Sí. Lo
he hecho. He informado al Alto Mando Alemán que había movimiento de tropas en
Southampton. Es demasiado tarde para que coordinen una defensa en Normandía. Si
no están preparados, podremos abrir brecha y entrar sin que tengan oportunidad
de defenderse. Si están esperando puede que remitiesen la información que están
esperando en Normandía. Se podría cancelar todo antes de que fuese demasiado tarde para los
muchachos. Por ahora, no se ha obtenido respuesta. Sólo me he escapado un
segundo para que usted lo supiera. Pero debo irme de inmediato.
Aunque
hubiera seguido hablando no le habría podido escuchar. Mi futuro estaba metido
en un barco rumbo al terror.
•
• •
A última
hora del día siguiente me pilló en la oficina repasando la lista de los caídos.
No le escuché entrar. Al verle sonreí. Comprendió que no había novedad. No
había leído su nombre. Quedaban esperanzas. Al menos las mías, otras muchas
habían quedado esparcidas en el suelo de Francia, Cherbourg, Bayeux...
- No se va
a creer lo que pasó ayer.- Dijo al ver que me había relajado.
- El
operador de radio alemán falló. No pasó la información hasta hoy. Los alemanes
me han felicitado por mi trabajo. Hubo suerte, Elisabeth, nos están esperando
en Calais.
Me alegré
tanto. Tomé aire con todas mis fuerzas y me senté. No estaban esperando a Jim
en Normandía. Había posibilidades, muchas más posibilidades de que todo fuese
bien.
•
• •
Han pasado
tres días desde que ha empezado la invasión. Tres días con la única rutina de
leer nombres y más nombres. Nombres sin rostro, pero con familias que estarán
destrozadas a partir de hoy. Cada vez que un Richardson tropieza con mis ojos
el corazón se me encoge. Por ahora no le encuentro. Buena señal. Sigue en algún
lugar de Francia, luchando por ganar, luchando por sobrevivir. Cada día que
pasa para mí es una victoria.
Entra
Juan, Pujol, Garbo, Alaric… el español. Nombres para una sola persona. Alguien que
está luchando desde una oficina, sin más armamento que la mentira.
-
Elisabeth.
- Hola
Juan. Usted por aquí.
- Quería
verla. Quería saber que todo está bien.
- Todo
está bien. Suena raro pronunciar esta frase en estos momentos, pero todo está
bien.
- Esta
mañana he transmitido que el General Patton sigue anclado en el sureste. Que
Normandía sólo es un apoyo para el verdadero objetivo, Pas de Calais. Esperamos
que mantengan las dos divisiones armadas y las casi veinte divisiones de
infantería vigilando esa costa. Los muchachos encontraron más dificultades de
las previstas para poder introducirse en suelo francés. Rommel está moviendo las tropas, mueven dos
divisiones de Panzer hacia Normandía. Queremos que las mantenga en Calais por
el momento. Su fuerza de disparo podría hacer estragos en nuestras tropas.
Esperemos que nos den un poco de tiempo, esperemos que dejen que montemos un Puente
de Mando para poder operar.
Permanezco
de pie. Me abrazo a mí misma. Busco un consuelo que sólo yo me puedo dar.
- Sabe que
lo peor ya ha pasado.- Me dice. Me mira directamente a los ojos, con firmeza.
Me coge por los hombros.
- Lo sé
Juan.
Trago saliva
y no puedo seguir hablando. No dejo de mirarle a los ojos. Finalmente no puedo
evitar abrazarme a él. No me queda más remedio que decirle una realidad.
- Queda
mucho tiempo para que esta guerra acabe, es que… aún faltan muchos días para llegar a Berlín.
Jaime
Ernesto
* Basada
en hechos reales, para más información sobre el agente Garbo dejamos el
siguiente enlace (pequeña entrada escrita):