domingo, 22 de junio de 2014

Objetivo: Pas de Calais





Las bombas seguían sembrando el suelo de Londres. Yo, al igual que mis compañeras, permanecía bajo la mesa de la oficina, cortinas corridas, luces apagadas siguiendo las directrices del Gobierno Británico. El resplandor de las explosiones lejanas se filtraba esquivando las cortinas corridas, estallidos que se iban colando, mutando la oscuridad por segundos de resplandores, violetas, azules, blancos, vuelta a la oscuridad. Sillas, mesas, que se iban desplazando milímetro a milímetro por un suelo que no cesaba de temblar. Sólo se escuchaba el maullido incesante de las alarmas antiaéreas, las explosiones y los motores de los aviones que sobrevolaban la ciudad.

La puerta del director del MI5, David Petrie, estaba cerrada. Se encontraba reunido con Stewart Menzies, al igual que todos los anteriores directores del MI6 conocido como “C”, y con el agente Garbo. Reunidos, de la Inteligencia Británica, su colega de contraespionaje y el doble agente español. Y son casi cuatro años desde que las bombas atraviesan el cielo gris de Londres, cambiando edificios por escombros.

Ni yo, ni el resto de las secretarias manteníamos un contacto directo con Garbo. Pocas cosas sabemos de él. Que es español y que constantemente viene a entregar o recoger informes. Su escaso pelo castaño oscuro quizá le haga aparentar un poco más edad de la que tiene. Diría que ronda los 35 años, siempre detrás de unas enormes gafas de montura negra y una barba poblada y un tanto desarreglada que le da cierto aspecto de profesor universitario tímido y despistado.

Las bombas habían cesado. Callan los maullidos de las alarmas antiaéreas, el suelo ya no transmite ninguna vibración. Unos segundos, casi imperceptibles de silencio, y desde la calle llega el rumor de los gritos y las sirenas de bomberos y ambulancias.

- Señorita Richardson, pase a mi despacho, necesito que tome apuntes, por favor.- El señor Petrie me había llamado.

Salgo de mi escondite, me sacudo las rodillas de polvo, cojo mi bloc de notas y me dirijo al despacho. Detrás de su mesa se encontraba el señor Petrie, y delante hay tres sillas, dos están ocupadas, la central por el señor Menzies, a su derecha el agente Garbo y la de su izquierda permanece vacía.

- Perdón.- sonó a mi espalda mientras se escucha la puerta abrir.

- No se ande con formalidades y siéntese.- Dice el señor Petrie. Acaba de entrar Tom Harris, el inseparable compañero de Garbo desde que fue reclutado en 1942 por el MI5.

Tomé asiento en un rincón de la oficina y me dispongo a tomar nota de todo lo que allí se diga. Ya se concede permiso para encender las luces, de hecho, las luces de mi oficina ya estaban encendidas. Me siento bajo una lámpara de pie, que junto a la lámpara de escritorio, son las únicas fuentes de luz que hay. El humo de los cigarros flota por la estancia, la luz la traspasa, pero eso no hace que la niebla desaparezca.

- Hoy 10 de Enero de 1944,- comienza a decir el señor Petrie para poner en situación a los asistentes,- a las 19:45,  el agente Garbo, aquí presente, ha solicitado una reunión de urgencia para notificar que desde la Abwehr, el Servicio de Inteligencia Alemán,  han pedido información de la Operación Overlord, es decir, los planes que hemos trazado los Ejércitos Aliados para el desembarco de tropas en la Europa continental. Quieren conocer todos los detalles de los que se puedan disponer. Desde en qué lugar se llevará a cabo, quién será el Comandante Supremo de las fuerzas aliadas, las tropas que se han reclutado, el momento previsto para la acción. Resumiendo, todo.

- Así es.- Confirma el español con el mismo acento que le hace reconocible, al darnos los buenos días, sin la necesidad de que las secretarias levantemos la cabeza.

- Esto puede significar un pequeño contratiempo.-  Dice Stewart Menzies.

- O un punto de apoyo para nuestros planes.- Corrige el director del MI5.

- Explíquese.

Petrie dijo dirigiéndose  a “C”, Menzies.

- Era inevitable que la información llegase a oídos enemigos. Es imposible ocultar el movimiento de tropas que se está desarrollando en nuestro país. Barcos, aviones, tanques, no son invisibles, ni tan siquiera las personas. Estamos muy debilitados para la lucha aérea, lo cual hace que puedan volar constantemente nuestras costas y sacar fotos, y su red de espionaje puede ser tan eficaz como la nuestra.

El señor Petrie hizo una pausa para encenderse un puro, dar un trago al whisky que tenía en su vaso, bajo y ancho, y continuar con la explicación.

- Desde el Gobierno y desde el Alto Mando del ejército americano ya se había tenido en cuenta esa posibilidad. Cuanto más tarde hubiese sido el descubrimiento mejor, como es natural. Pero ahora, señores, les presento la Operación Fortitude.

Abrió su cartera negra, gastada por el uso, y sacó cuatro dosieres idénticos, con las palabras TOP SECRET claramente selladas en la portada. Los repartió entre los compañeros.

Una vez que los asistentes abrieron la primera página, continuó:

- La idea es tan sencilla como difícil de realizar. Sabemos por nuestras fuentes en el Alto Mando Alemán que están convencidos de que la invasión se realizará por Calais, al norte de Francia. Tiene múltiple ventajas. La distancia que separa el Reino Unido de Europa, la proximidad con Paris, en caso de conseguir abrir una brecha dejaríamos el ejército Nazi separado en dos. Pero a su vez tiene un gran inconveniente. Está fuertemente custodiado haciendo inviable un desembarco por aquella costa debido también a la estrechez que presenta la playa. Las bajas aliadas serían de un precio impagable. Por la tanto, la Operación Overlord se realizará en otro lugar, digámoslo así,  aún por decidir. Señor Pujol…

Era la primera vez que escuchaba el nombre del español.

-…usted jugará un papel destacado en la Operación Fortitude.

- Y de qué forma se supone que tengo que jugar ese papel.

- Muy fácil.  Ha sido seleccionado por ser agente de rango A1, es decir, de máxima confianza tanto para nosotros como para los alemanes. Junto a otro número de Agentes de la Corona Británica, también de rango A1,  se encargará de hacer creer que, efectivamente, el desembarco se realizará en el Pas de Calais. Para ello, deberá enviar información sobre el movimiento de tropas aliadas en el sudeste de Inglaterra. Hacer creer de la misma forma, que desde Escocia se prepara una segunda invasión sobre Noruega para inmovilizar en aquel país sus fuerzas. A su vez,  desde el MI6,-se dirige al señor Menzies,- coordinarán un simulacro a gran escala de envíos a través de radiofrecuencia, con miles de coordenadas y datos, para simular el movimiento de un gran número de hombres. Situaremos carros blindados hinchables, camiones de cartón, coches, falsas barracas en el área dónde se supone que estarán las divisiones aliadas, para que sus aviones espía se concentren en fotografiar la zona. Y la jugada maestra caballeros…

Hizo una pausa de unos segundos, para levantar expectación. Todos sus compañeros se inclinaron levemente hacia él, tuve la sensación de que eran niños a punto de oír un secreto.

- El mismísimo General George C. Patton, el terror de los alemanes, se desplazará a la zona. Queremos que piensen que será el Comandante Supremo en la Operación Overlord. Le sacrificamos, sí, pero tiene que ser un gran golpe de efecto. Eisenhower, el americano, ha sido declarado Comandante Supremo de las fuerzas aliadas. No es que estos americanos sean mejores que nosotros, es, simplemente, que aportan un número mayor de fuerzas. Mientras que Patton se pasee por el sureste de este país, nadie en su sano juicio pensará que el desembarco empezará desde Southampton.

•   •   •

- ¿Señorita Richardson?

- ¡Oh! Agente Gar… Señor Pu…

- Juan, puede llamarme simplemente Juan. He creído ver su cabellera pelirroja al entrar al bar y he decidido venir a saludarla.

- Siéntese, por favor.- Ofrecí al agente Garbo.

- Qué hace aquí, sola, a estas horas tan tempranas. Anoche, cuando nos fuimos pudimos oírla trabajar frente a su máquina de escribir. Y como sabe, la reunión no acabó muy temprano.

- Tuve orden de pasar a máquina las notas de la reunión. He pasado el resto de la noche en vela, y para estar dando vueltas en la cama he preferido venir a trabajar.

- Pero tendrá un hogar en que refugiarse, un hogar donde pasar mejores momentos de los que pueda encontrar en la oficina.

Suspiré. Pude ver en sus ojos que el suspiro iniciaba una conversación. Aquellos días vivía terriblemente sola. La guerra estaba instalada en cada hogar de Inglaterra y nadie podía ofrecer consuelo a nadie. Quizá no fuese el mejor momento para tener una conversación, y quizá él no fuese la persona que hubiese querido para tenerla. Pero era el único momento que tuve, era la única persona que había. Tarde o temprano tenía que hablar de ello. Nadie mejor que un desconocido. Dolor que se le descolgará al mismo tiempo que cruce la puerta.

- Mi hogar se ha quedado en la mitad, Juan.- Comencé.- Mi marido Jim ha sido reclutado para formar parte del ejército inglés. Le están entrenando, preparando, para el desembarco de las tropas aliadas en Europa. Tengo miedo. Miedo simplemente de los rumores que se escuchan, de que será una carnicería, que los alemanes tienen demasiado bien protegidas las costas como para sorprenderles. Sé que aún falta mucho, o quizá no tanto, pero ahora las pesadillas son las que duermen en su lado de la cama. Me alisté en el Servicio de Inteligencia porque sabía que son los primeros en recibir la lista de bajas del día anterior. Necesidad de servir a mi patria, sí, pero no quería que nadie viniese a decirme que soy viuda. No quiero que llame a mi puerta un militar con el compromiso de aligerar un dolor que quizá desconoce.

- Y usted, Juan, ¿qué hace en esta tierra, qué hace en una guerra que no es suya?- Pregunté.

- No sé si lo sabrá, pero soy español.- Asentí.- Allí acabamos de pasar la mayor de las atrocidades, una guerra que ha enfrentado a hermanos contra hermanos, un país dividido entre bandos siendo hijos de una misma tierra. Rápidamente se comprende que la guerra no entiende de propietarios. He visto madres con sus hijos, aún niños, muertos en sus brazos. Tengo una imagen clavada, no consigo que salga de mi cabeza. Un niño, de dos o tres años, con una camisa raída, ¿lo he dicho bien, raída?

Dije “sí” con mi mente, pero afirmé con la cabeza.

- Llora desconsolado buscando a sus padres.-Continuó hablando.- La gente pasa por su lado. Parece que es invisible, nadie le ve, nadie le escucha, incluso hay quien llega a golpearle y hacerle caer.  Todo pasa tan cerca de las bombas que caen…

La angustia comenzaba a apoderarse de sus palabras. Se iba notando como se le iba formando un nudo en la garganta.

- Al finalizar la Guerra Civil Española pude haber optado por exiliarme a Francia junto a cientos de compatriotas. Pero realmente no soy enemigo de nadie. Cuando llegó la información de la guerra que estaba ocurriendo en Europa me propuse luchar contra esa barbarie. Quiero que esta guerra sea lo menos atroz posible. He visto lo que el ejército nazi puede hacer. Las miles de formas que pueden utilizar para matar. Y en las Brigadas Internacionales los comunistas hicieron estragos entre los que no dejaban de ser nuestros hermanos.  

Hizo una pausa para pedir un café caliente que reconfortara el frío en aquella mañana de invierno:

- Por lo cual, la mejor opción sería intentar ayudar desde el bando menos equivocado. Tuve reuniones en la Embajada de Inglaterra, en Madrid, con los servicios secretos, pero no me aceptaron. Sin explicaciones. Simplemente, no.  Decidí no darme por vencido. Si el amigo no quería tener contacto conmigo quizá el enemigo me tuviera en consideración.

Tras el primer sorbo, siguió su relato:

- A los pocos días me dirigí a la Embajada de Alemania. Tuve una entrevista con los Servicios Secretos del Abwehr. Simplemente me inventé que me debía desplazar a Inglaterra por motivos de negocios, y que yo era un  fanático nazi, y creí mi obligación llevar el deber nazi a esta tierra. Me aceptaron. Me adiestraron rápidamente, sobre todo en los códigos secretos para pasar información. Allí empezó la más rocambolesca historia que jamás haya escuchado.

Sonreí. Me puse cómoda en la silla, y me dispuse a escucharle, con mis dedos entrelazados rodeando mi taza de té.

- La idea era que yo me desplazase a Londres. Desde allí recorrer toda Gran Bretaña reclutando contactos para el ideario Nazi. Pero no fue eso exactamente lo  que hice. Fui a Lisboa, desde allí comencé a inventar una serie de agentes que supuestamente me pasarían información sobre Gran Bretaña. Evidentemente, no disponía de tales agentes. Pero debía encontrar la información. Lo que hice fue consultar libros y revistas, como la Guía Azul de Inglaterra o la Royal Navy, donde encontraba información como por ejemplo, el movimiento de buques mercantes. Esa información la remitía a Madrid, asegurándoles, una y otra vez, que era valiosísima. Para que creyesen que viajaba, de tanto en tanto iba pasando la lista de gastos, con la lista de precios que sacaba de la guía. Hace poco, Tom Harris, creo que le conoce…

Confirmé que así era.

- Bueno, pues Tom me hizo comprender un error básico que yo ni había planteado. Bien, en un informe remitido, puse que encontré a un escocés embriagado de vino. Tom me repuso, los escoceses no beben vino, sólo cerveza o whisky. Me quedé blanco, pero él no paró de reír. Por suerte, parece que los alemanes no tienen tampoco esa información disponible.

Después de soltar alguna carcajada, siguió contándome su historia.

- Hace un par de años los Servicios Secretos vinieron a buscarme a Lisboa. Me trajeron a Londres, quedando mi hijo y mi mujer embarazada en la capital portuguesa y me estuvieron interrogando durante un par de días. Me preguntaban, una y otra vez,  si yo era el Agente Alaric, del cual habían interceptado informes, la mayoría absurdos, decían. Tuve que responder una y otra vez que sí, que era yo. Les di hasta treinta y ocho informes que había enviado a mi contacto alemán en Madrid. Parece que estuvieron comparándolos con los que habían interceptado. La cuestión es que al final creyeron mi historia. Me adiestraron y me pusieron el nombre clave de Garbo, según parece, por la actriz. Me dijeron que si era tan gran actor para haber montado una mentira tan grande qué mejor nombre que el de la mejor actriz. Me dieron un pequeño despacho, la compañía de Tom y una máquina de escribir, lo cual fue muy duro al principio, ya que no sé mecanografía, y también mi familia aún estaba en Lisboa. Pero bueno, ha mejorado la cosa, mi familia ya está a mi lado, se me da mejor escribir a máquina y hasta me han asignado una ayudante.  Y esa es, señorita Richardson…

- Elisabeth, por favor.- Corregí.

- Y esa es, Elisabeth, mi pequeña historia en esta gran guerra.- Concluyó el relato con la primera sonrisa que pude verle.

Estuvimos hablando. Dos personas, que sin los horrores que provoca la destrucción sin motivo, nunca hubiesen llegado a coincidir.

Al sonar siete campanadas del Big Ben nos pusimos en marcha hacia la sede central del Servicio de Inteligencia Británico, en un edificio bien camuflado de la calle Jermyn.

•   •   •

El despacho del señor Petrie estaba más concurrido esa mañana. Aparte de los presentes en la reunión de la noche anterior, pude contar diez oficiales de alta graduación sentados en el rincón opuesto al mío. Oficiales británicos, americanos, y por la hoja de arce que lucían, canadienses. Los grandes ventanales se encontraban con las cortinas descorridas dejando pasar la triste luz que llegaba del exterior. El Señor “C”, directo del MI6, tomó la palabra:

- La agente Treasure, que se encuentra en Berlín, confirma que los alemanes están convencidos de que la invasión empezará en el Paso de Calais. Están reforzando la zona con el envío del Quinto y Séptimo ejército. La proximidad de las fábricas militares alemanas hace, de ese lugar, otro motivo más para que sea el punto idóneo para el desembarco. Debemos hacer que sigan pensando así. Y debemos hacer que no muevan las fuerzas que tienen desplazadas allí ni las que tienen en Noruega. Para ello seguiremos los planes trazados anteriormente. Además de contar con la inestimable colaboración del agente Garbo, también estamos trabajando para que la farsa penetre a través de las embajadas de los países neutrales. El agente Dusan Popov, con nombre en clave Trycicle, es el encargado de ir propagando esta idea por las embajadas.

Tras una breve pausa se dirigió al Tom.

- Señor Harris, ¿podría explicarnos de qué forma se transmite la información a través del agente Garbo?

- Será un placer. Como sabrán el agente Garbo ha ido trazando una red de espías falsos que supuestamente trabajan para él. Esta falsa red, que actualmente alcanza los veintisiete miembros. Empezó a tejerse desde su estancia en Lisboa. De cada uno de ellos se ha tenido que inventar el nombre, la nacionalidad, su ideología, el odio hacia su patria, o hacia Inglaterra o Estados Unidos si fuese necesario, los problemas sentimentales o económicos. Detallados informes de cada uno de ellos. Cada transmisión debe aportar quién y desde dónde, de qué forma ha conseguido la información. Juan Pujol y yo no podemos errar en estos pequeños detalles. Cualquier pequeño fallo, por insignificante que pareciese, podría levantar sospechas en el Abwehr y perder toda su credibilidad.

Con un pañuelo que llevaba en uno de los bolsillos de la chaqueta, Juan comenzó a limpiarse las gafas. Mientras Tom continuaba hablando.

- Al principio todas las transmisiones se hacía por correo postal. Pero, afortunadamente, el agente Garbo nos hizo entender la importancia de disponer de un operador de radio junto a un equipo, digamos clandestino.

Causaba impresión ver a todos aquellos hombres vestidos con uniforme militar prestar tanta atención. De esas personas dependía el futuro de Europa. Tom prosiguió.

- Casualmente encontramos un operador, el único que se ha complacido por ofrecer sus discretos servicios a la causa nazi. Evidentemente este agente no existe. Esto permite que el trasvase de información, o desinformación, si lo prefieren, sea más ágil, más rápido. Los datos que se deseen enviar se transfieren a Madrid, al Servicio Secreto alemán en la capital española, y desde allí, a Berlín. Nos permite controlar el tiempo de una forma más eficaz, minimizando el riesgo, tanto de ser descubiertos como de provocar un ataque contra nuestras tropas con resultados desastrosos.

- ¿Qué quiere decir con un ataque contra nuestras tropas?- Interrumpió el Coronel McGregor, de los Estados Unidos de América.

Le pondré un ejemplo que le ilustrará perfectamente lo que quiero decir. Antes de la Operación Torch, el desembarco en el Norte de África, Garbo inventó que el agente que estaba residiendo en Liverpool había enfermado, por lo cual no se podría transmitir información de aquella zona hasta que el agente en cuestión estuviese recuperado. El desembarco empezó desde ese punto, como sabrán. Pero si informamos a los alemanes, podrían estar esperando y deshacer toda la operación. Por el contrario, si no se les informa, podrían desconfiar de nuestro agente. Para evitar una cosa y la otra hicimos lo siguiente. Primero, el supuesto agente Gerdess, había muerto. Para reforzar la idea publicamos una esquela en Liverpool Post, de la cual el agente Garbo remitió una copia a su contacto en Madrid. Lo segundo que hicimos fue matasellar la carta con la información, pero remitirla una semana después, que les llegase, sí, pero tarde. La información al final había sido obtenida por la agente inventada, con clave, La Viuda, esposa de Gerdess. Como saben se encontró escasa resistencia en el Norte de África, pero el agente Garbo fue felicitado, desde las altas instancias alemanas, por la valiosísima información que había transmitido. Pero aun así existiría el riesgo de que la carta hubiese sido recibida antes de lo deseado. Además es más fácil controlar el tiempo por medio de la radio.

- Y a partir de ahora.- Habló el Teniente General Frederick Morgan de Gran Bretaña.

- A partir de ahora, Señor, no tendremos un segundo de respiro. – “C” se encargó de responder. -No menos de cuatro mensajes han de llegar cada día a Berlín. Que busquen, que interpreten. Cuál es el contenido de los mensajes, ese será su cometido, caballeros.

Juan permanecía callado. Los oyentes parecían complacidos.

•   •   •

Las sirenas anuncian un nuevo bombardeo, me habían sorprendido boca arriba en mi cama. Bajé las escaleras a toda prisa, impulsada por el miedo, saltándome los escalones de dos en dos, para poder refugiarme  en el sótano  junto al resto de los vecinos. Cada uno de nosotros combate el miedo como puede, todos somos conscientes de que puede ser que esta noche sea la noche. Únicamente los niños juegan en un rincón, con el pelo blanco del polvo que va cayendo constantemente, rompiendo la monotonía del silencio con sonoras risas o llantos inocentes.  Puede que amanezcamos debajo de unos escombros. Paso el tiempo rezando entre dientes y con un papel arrugado entre las manos. Mi forma de combatir el miedo.  La única carta que por ahora ha llegado de Jim. Tengo la impresión de que mi ansia la debería de haber vuelto transparente. La he releído tantas veces que conozco hasta el más mínimo defecto del papel, cada mancha negra que indica que debajo había alguna información que la censura tuvo a bien que no conociese, cada paseo que dimos y que me relata, cada roce que juntó su piel con la mía, el último suspiró oculto tras el silbato del tren que me lo arrebató. Ya no la leo, la sé de memoria, únicamente la acaricio como si fuese el último paño donde se juntaron nuestras lágrimas.

Amor mío, cuídate por favor. Regresa a casa. Haz que los recuerdos de esta maldita guerra sean de un español de ojos marrones, no hagas que tenga que vivir una vida recordándote.

•   •   •

Pasaron un par de semanas hasta que el español volvió a la oficina. La noche anterior fue otra noche de nostalgia contenida, otra noche de descanso, de miedo a un futuro que parecía acercarse. Miedo a un adiós que no teníamos previsto aún. La vida debería vivirse sin despedidas.

Mis pensamientos volvían una y otra vez a Jim. Se volvían escurridizos. Me hablaban del pasado compartido con mi pareja, de la fugaz boda para poder recibir pensión en caso de…  No quería pensar en eso, pero no había forma de expulsar esos pensamientos de mi cabeza. Intentaba concentrarme en la esperanza del futuro. En su regreso, en la felicidad de volver a tenerle entre mis brazos, entre mis piernas. No quería imaginar el llanto que se me escaparía, ni el de sus padres, ni el de los míos... ¿Realmente puede una bala cambiar tantas vidas?

- Elisabeth, tan temprano. Debería usted pensar en abrir el local.

- ¡Oh! Juan. Usted por aquí. Pensaba que  no había disfrutado de mi compañía.

- ¡Como puede pensar eso!- Dijo levantando las manos, ligeramente, al aire. – Estamos liados, muy liados. Debemos distraer su atención de…

- Normandía. Lo sé.- Dije. Sin embargo no me atreví a decirle las veces que mis dedos se habían recorrido esas costas en un mapa. Las veces que había soñado en no conocer ese nombre.

- Normandía, sí. Muchas vidas están en juego.

Vio de qué forma bajó mi vista y mis manos se apretaron para hacerse un puño.

- Eso no tengo que explicárselo a usted, claro. Estese tranquila. Por ahora parece que todo va según lo previsto. Treasure asegura que siguen aumentando las defensas en Calais. Parece que a Rommel, al gran estratega del desierto, le han asignado la misión de coordinar la defensa de la costa, desde España…

España, su país. Pude notar cómo cientos de imágenes galopaban por su cabeza. Como su vista se alejó por la ventana del local.

- …Hasta Alemania junto al Mariscal de Campo Gerd Von Rundstedt. Puede ser preocupante. Que Rommel esté asignado a semejante misión puede hacer que la maniobrabilidad del ejército alemán crezca considerablemente…

- Su corazón qué le dicta.- Interrumpí intencionadamente su locución. Quería huir de la persona que podía dirigir la muerte de mi marido, Rommel, el culpable de que me devolvieran un héroe en lugar de un esposo. Mis ganas de huir pudieron más que mis ganas de saber cómo ganaríamos esa guerra. Si se podría ganar esa guerra.

- Mi corazón poca cosa puede decir. Quedó atrapado en 1939.  Tengo miedo de que llegue el verano. Bueno, aquí, en su país, no es tan problemático. Ni viven con aquel calor insoportable, y por desgracia, los aviones vienen a visitarnos demasiadas noches. 
En Lisboa me aterrorizaba escuchar un ventilador. Ese sonido, ese rotor, sonando de la misma forma que un bombardero antes de soltar su carga. Explosiones. La imagen de una mujer, vestida de riguroso luto, de cabellos negros como un día más en una guerra, arrodillada junto al cuerpo de su marido, que no se mueve, que no respira, el mundo se volvió negro como su cabello, y el único toque de color que pude ver en aquella desesperación fue el pañuelo blanco que le servía para recoger  lágrimas y sangre. De nada sirve que una mano amiga quiera empujarla a seguir adelante. El dolor la tiene paralizada, con una rodilla tocando el suelo y la otra sujetando su brazo que busca consuelo apoyado en su pecho. Un rostro destrozado es suficiente motivo para que la guerra viva conmigo, Elisabeth, eso es lo que dicta mi corazón.

Le cogí una mano y la puse entre las mías. Quise aliviarle los recuerdos, y también sentía que algún día alguien pudiera aliviar los míos. Puede que sólo estuviera sentada delante de un espejo con un reflejo que viene del futuro.

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La mañana del 29 de abril fue caótica. Desde primera hora de la mañana se respiraba en el ambiente que algo sucedía. No tardé mucho en saber qué era. Juan  me acompañó a la hora del almuerzo. Habíamos ido forjando una pequeña amistad a lo largo de aquellos tres meses.

- ¿Qué ha pasado?- No pude contenerme de preguntar a los pocos instantes de quedarnos solos.

- Esto no le va a gustar, Elisabeth.- Dijo en tono serio.

-¿Qué ha pasado?- Insistir notando cómo se humedecían mis ojos.

- Ha sido en Lisboa. Los alemanes arrestaron ayer a Johan Jebsen, de nombre clave Artist.

- ¡Durante los últimos meses ha sido su contacto en Lisboa!- Intentaba procesar rápidamente lo que significaba esa noticia.

- No sólo el mío, por desgracia. También estaba estrechamente unido a Dusan Popov, Trycicle. Les une una gran amistad.

No estaba segura de qué significaba. Buscaba soluciones a problemas que aún no había llegado a comprender.

- La Operación Fortitude puede saltar por los aires. Eso significa.- Pareció que pudo leer mis pensamientos, vaciando el aire de sus pulmones dijo lo más serenamente que pudo.- Si Jebsen habla, todo el desembarco quedará bloqueado. Lo más difícil será saber si habla o no.  Puede que cuando desembarquen en Normandía les estén esperando, que no quede ni un soldado alemán en Calais ni en Noruega, mientras nosotros seguimos convencidos de que están esperando en aquellas costas. Quizá consigan engañarnos. Pueden tener todas las fuerzas allí concentradas.

- Lo sabríamos, ¿no?- Balbucee. Apenas salieron las palabras.

- Ojalá fuera tan sencillo, ojalá. Pero los alemanes se fían de mí, de sus otros espías. Nosotros nos fiamos de Treasure y de los otros. Nunca se podrá saber  quién engaña a quién. Espero que no sean ellos quienes dispongan del mejor farol. Si Jebsen habla, reza para que lo sepamos de antemano.  Esas playas pueden ser una auténtica ratonera. Espero que los 150.000 fantasmas que esperan en Kent, junto a barracas que sólo son sombras, y vehículos que son sólo hinchables logren su función. Espero que Patton sea un anzuelo apetecible.

- ¿Se sabe cuándo será?- Pregunte desesperada. Quería saber, quería estar preparada. Rezar, rezar, ese día.

- Lo siento, no puedo ayudarle. Esa es una información de Alto Secreto. Han expulsado a oficiales americanos del ejército con deshonor, por revelar información de menor rango mientras se escapaban de los campamentos para ir a beber a los pubs. Sólo sé que se habla de Día D.

Lloré. No quise evitarlo. No le vi marchar. Sólo noté cómo me acarició el pelo al hacerlo.

•   •   •

Seis de junio de 1944. Estoy convencida que esa fecha quedará grabada en los libros de historia. Le vi en la puerta del bar al llegar. Estaba de pie, fumando, andando desordenadamente, esperándome fuera. Me miró. Me abracé. Supe que todo había comenzado.

- Vinieron a buscarme a medianoche.- Me dijo sin soltarme.- He tenido que transmitir que todo ha empezado.

- ¡Les ha avisado!- No me lo podía creer.

- Sí. Lo he hecho. He informado al Alto Mando Alemán que había movimiento de tropas en Southampton. Es demasiado tarde para que coordinen una defensa en Normandía. Si no están preparados, podremos abrir brecha y entrar sin que tengan oportunidad de defenderse. Si están esperando puede que remitiesen la información que están esperando en Normandía. Se podría cancelar todo antes  de que fuese demasiado tarde para los muchachos. Por ahora, no se ha obtenido respuesta. Sólo me he escapado un segundo para que usted lo supiera. Pero debo irme de inmediato.

Aunque hubiera seguido hablando no le habría podido escuchar. Mi futuro estaba metido en un barco rumbo al terror.

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A última hora del día siguiente me pilló en la oficina repasando la lista de los caídos. No le escuché entrar. Al verle sonreí. Comprendió que no había novedad. No había leído su nombre. Quedaban esperanzas. Al menos las mías, otras muchas habían quedado esparcidas en el suelo de Francia, Cherbourg, Bayeux...

- No se va a creer lo que pasó ayer.- Dijo al ver que me había relajado.

- El operador de radio alemán falló. No pasó la información hasta hoy. Los alemanes me han felicitado por mi trabajo. Hubo suerte, Elisabeth, nos están esperando en Calais.

Me alegré tanto. Tomé aire con todas mis fuerzas y me senté. No estaban esperando a Jim en Normandía. Había posibilidades, muchas más posibilidades de que todo fuese bien.

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Han pasado tres días desde que ha empezado la invasión. Tres días con la única rutina de leer nombres y más nombres. Nombres sin rostro, pero con familias que estarán destrozadas a partir de hoy. Cada vez que un Richardson tropieza con mis ojos el corazón se me encoge. Por ahora no le encuentro. Buena señal. Sigue en algún lugar de Francia, luchando por ganar, luchando por sobrevivir. Cada día que pasa para mí es una victoria.

Entra Juan, Pujol, Garbo, Alaric… el español.  Nombres para una sola persona. Alguien que está luchando desde una oficina, sin más armamento que la mentira.

- Elisabeth.

- Hola Juan. Usted por aquí.

- Quería verla. Quería saber que todo está bien.

- Todo está bien. Suena raro pronunciar esta frase en estos momentos, pero todo está bien.

- Esta mañana he transmitido que el General Patton sigue anclado en el sureste. Que Normandía sólo es un apoyo para el verdadero objetivo, Pas de Calais. Esperamos que mantengan las dos divisiones armadas y las casi veinte divisiones de infantería vigilando esa costa. Los muchachos encontraron más dificultades de las previstas para poder introducirse en suelo francés. Rommel  está moviendo las tropas, mueven dos divisiones de Panzer hacia Normandía. Queremos que las mantenga en Calais por el momento. Su fuerza de disparo podría hacer estragos en nuestras tropas. Esperemos que nos den un poco de tiempo, esperemos que dejen que montemos un Puente de Mando para poder operar.

Permanezco de pie. Me abrazo a mí misma. Busco un consuelo que sólo yo me puedo dar.

- Sabe que lo peor ya ha pasado.- Me dice. Me mira directamente a los ojos, con firmeza.

Me coge por los hombros.

- Lo sé Juan.

Trago saliva y no puedo seguir hablando. No dejo de mirarle a los ojos. Finalmente no puedo evitar abrazarme a él. No me queda más remedio que decirle una realidad.

- Queda mucho tiempo para que esta guerra acabe, es que…  aún faltan muchos días para llegar a Berlín.


Jaime Ernesto


* Basada en hechos reales, para más información sobre el agente Garbo dejamos el siguiente enlace (pequeña entrada escrita):



3 comentarios:

  1. Observaciones, la publicación a dos colores no se rige por nada en especial, se debe a la extensión del relato y simplemente para hacer más cómoda su lectura. Aconsejo coger las gafas de cerca y la paciencia, por lo demás es un buen relato que me ha hecho aprender alguna cosa que ignoraba de esta historia.

    Muy agradecida por compartirlo.

    Saludos

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  2. ¡Interesante, por muchos años que pasen siempre nos sorprenderán nuevas historias!

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  3. Me parece un buen relato, muy trabajado y que nos descubre a todo un agente secreto.

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