Emprendimos
la marcha justo cuando el sol se ponía, dejando un precioso color rojo intenso
en el cielo. Una maravillosa y fantástica sensación me recorría por el cuerpo
tras el largo y estresante día.
Pasamos
el control con las típicas anécdotas que nos son tan características, vaya que
somos algo así como los Simpson pero en versión española.
Nos
dirigimos a pasar el control y el policía encargado de capitanear el cotarro me
dice:
–Señora, ponga en una bandeja el ordenador, en
otra el Ipad, en otra el bolso, en otra el neceser y, así sucesivamente.-
¡Vaya, que necesitaba más bandejas que en una fiesta de palacio! Yo que, para
no perder la costumbre, estoy en mi nube particular, pensando en quién sabe
qué, pues eso, que no me enteré de nada. El buen hombre repitiendo las
instrucciones con la infinita paciencia de un santo; el santo de la paciencia,
creo que se llamaba Job o algo así. Y…finalmente viendo la cara de pueblerina distraída
que tengo, se da por vencido y, con resignación, me permite pasar.
Llego
al arco detector de armas de fuego y otras armas peligrosas, y el siguiente
poli me dice:
–Señora, quítese las botas.
¿Por
qué a mí? Me pregunto al ver que a nadie más se lo pide. Quizás, además de la
cara quiere comprobar que mis pies son igual de palurdos!
Me
saco las botas y, justo en ese instante, ¡Zas! El calcetín emite una explosión
que deja mi pulgar izquierdo, enterito al descubierto. Lo miro a los ojos con
cara de cordero degollado, bueno, cordero no, cordera, Y exclamo un:
–¡Oh!-
Que sale de lo más profundo de mí. Él sonríe y exclama.
–No
pasa nada, adelante.- Yo suelto un ¡Uff! De hondo alivio y le doy las gracias.
Nos
sentamos en la puerta de embarque y, a los cinco minutos, la voz estridente de
la señora esa que tienen sólo para dar malas noticias a los viajeros anuncia:
–Señores
pasajeros les informamos que, el vuelo con destino a (…) tendrá un retraso en
su salida de treinta minutos.
Y,
ahí estás tú, evaluando la situación que ha podido provocar este retraso.
–¿Será algún problema del chisme volador?¿El
cacharro soportará la altura y aguantará el trayecto?- Mejor saco el libro y me
enfrasco en mi lectura, no sea que piense cosas raras y salga huyendo como alma
que lleva el diablo. Y es entonces, cuando estoy sumida en el mundo de la
historia de turno… otra vez la señora
del megáfono dice:
–Señores pasajeros les informamos que,
ta,ta,ta.- ¡Nada, que tenemos que coger los bártulos y cambiar de puerta de
embarque!¡Será posible, no sólo me saca de mi historia sino que me hace ir de
excursión por todo el aeropuerto!
Al
fin lo conseguimos, nos acomodamos en los asientos. Lo de acomodarnos es un
decir, no se podían reclinar, tenían restos de desechos de los anteriores
acomodados y un cierto perfume a humanidad que embriagaba.
El
piloto nos informa de que su nombre es Román Sánchez y que el trayecto será de
dos horas diez minutos. Te relajas, llamándose Román es seguro que cumplirá lo
que dice y en dos horas diez minutos nos dejará en el destino sanos y salvos.
Y
vuelta a la señora:
–Señores
pasajeros les informamos de que está terminantemente prohibido fumar a bordo -
¡Y tú, que ya llevas dos horas mentalizada de la prohibición y ya no recordabas
haber fumado en tu vida, sientes un deseo irrefrenable de encender un cigarrito
e introducirte por el sistema que trae hasta ti la voz de la ya no tan
desconocida, y cerrarle la boca de una vez!
Entre
cabezadas y más cabezadas llegamos a destino, este nos recibe con un frío del
carajo y una lluvia pertinaz, por supuesto no llevas paraguas y te pasean a la
intemperie por toda la pista, para dejarte más remojada que una sopa de letras.
–¿Para
qué habré ido a la peluquería? A perder el tiempo.- Me pregunto y me respondo
en una especie de diálogo interior.
Salimos
de allí y a coger un bus hasta la zona de alquiler de vehículos sita en Cerro Muriano.
Exhausta
acabo de tomar la decisión de que, ¡al próximo viaje me voy caminando!
Nora
Biel
Pues más o menos es así, que te quites la bota, el cinturón, y te ve vienes para acá con todo metido en la bandeja.
ResponderEliminarNo se enteran que si uno lleva calzado, por algo es, entre otra, para esconder calcetines, y que si lleva cinturón es para que los pantalones estén en su sitio. Para la proxima una soga, cutre pero efectivo!!
gracias por hacer que se empiece el finde con unas cuantas sonrisas.
Es igual Nora, que vayas andando o en patinete, es aquello del que nace para martillo... del cielo le caen los clavos, jeje.
ResponderEliminarEs ameno, me ha gustado mucho, gracias por compartirlo.
Un fuerte abrazo.