jueves, 19 de junio de 2014

Dibujos distraídos - Para Núria A.



Soy de mente distraída. De no saber de concentraciones más allá de este segundo, que en el siguiente ya me he perdido. Así, cuando mi cabeza no me lo pide, no dejo escapar una oportunidad de tener papel para dedicarme a rayarlo. Lo hago en reuniones inútiles, en conversaciones telefónicas o simplemente cuando tarda más de la cuenta internet en cargarse. Mi desconcentración se hace dueña dejando el protagonismo entre dibujos distraídos.

Así, ante un papel en blanco voy escribiendo cualquier cosa, y cualquier cosa  significa exactamente eso, cualquier cosa. Puedo escribir mi nombre, de múltiples formas, Nombre, nOMBRE, Erbmon, Nombre, Nombre. Escribir aquello que no sé si es por pronunciación, o es por ser una búsqueda oculta, “Camino”, escrito cientos de veces, una detrás de otra. Escribo frases, que ni sé cuáles son, simplemente alguien las pronunció y las plasmo en los trozos blancos que vayan quedando. Voy dibujando,  como una casa, o dibujo un fondo marino, que eso es cuando creo que me ahogo. Dibujo flores, o figuras que figuran que no son nada, sombreando, de oscuro degradado a claro. Hago estos trazos, al igual que podrían ser números, e incluso oraciones. Pero resulta que soy más bien de carácter descreído. No creo en dioses, ni demonios. Por no creer no creo ni en el alma.
Como puede doler tanto algo en lo que no se cree.

Tiendo a querer creer que el dolor es eso. Un folio en blanco que se ha ido rellenando de dolores distraídos, porque nadie en su sano juicio lo rellenaría usando el más mínimo de concentración. Se colma el alma en el pliegue de sus verdades, de que es imposible tenerla doblada y guardada. Se quedan impregnados los nombres que no debieron escribirse nunca, pero que ahí quedan, escritos de cualquier forma, porque son dolorosos hasta cuando se recuerda del revés. El dolor que lo que no se supo encontrar, o que nunca fue la verdadera búsqueda, “Camino”. Frases que se quedaron en el más puro nada, o en nada debieron quedarse. De lo interesante que se perdió o no se llegó a conquistar, de lo que se degradó a tanta velocidad de claro a oscuro. El ruido del avión al despegar, que te hace encorvarte, de cuclillas, tapándote los oídos para que el dolor no te llegue tan adentro. Todo cabe en un folio si se rellena de dolor.

Quieres creer que se puede pasar a la siguiente hoja, pero esa página sólo es el reverso, y ves, que los trazos caerán inevitablemente sobre las marcas que se trasparentaron, sobre las marcas apretadas del otro lado. No puedes borrarlas, ni metiéndola en agua, que los dolores distraídos se irán emborronando, mezclándose unos con otros, sin saber dónde empieza uno, dónde acaba el otro. Ahí, de mis raras creencias, quiero creer que no quiero que nadie venga a borrarlos, que el folio ya nunca estará nacido blanco, y aunque así fuese, sólo serviría para que viniesen nuevos dolores distraídos a rellenarlos.


Anónimo


*Música: Aquarela - Toquinho

3 comentarios:

  1. Gracias. No diré más, para qué? Si luego resulta que todo acaba siendo un borrón en un triste trozo olvidado de papel. Un millón de gracias!:)

    Núria A.

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  2. Me ha recordado a aquellos dibujos que hacía en colegio en los apuntes o el libro: figuras, tachados en negro, palabras escritas sobre palabras. Muchas gracias.

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  3. Y digo yo, no sería más fácil prenderle fuego a los dibujos dolorosos del pasado?... También se pueden dibujar mariposas que dicen que simbolizan la transformación. Bromas al margen, es un buen relato, gracias por compartirlo.

    Un abrazo.

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