Se elevan sobre la recién impuesta oscuridad, los suaves
acordes del músico joven. Los ágiles dedos recorren las teclas del piano de
media cola, deslizándose y distinguiendo, a ojos cerrados del artista, entre
sostenidos y bemoles, las teclas blancas y negras, las que sí y las que no.
Estoy entre mesas redondas de irremediable estrechez, como
veladores antiguos, con sobre de mármol y pies de forja. Distanciadas entre
ellas, preservando la intimidad de la clientela, con dos sillas de madera, cada
una, mirando obedientemente al escenario. Un pequeño portavelas emite la débil luz de una vela trenzada de media
altura, para que encuentren refugio las manos que se entrelazan, entre ojos que
se examinan, entre corazones que creen encontrarse.
Cómo puede hablarme una silla vacía del desliz que tiene el
tiempo conmigo, mientras una morena de pelo largo y rizado, en mesa vecina, se
concentra en las notas que llegan hasta sus oídos. Se acompaña mi vista entre respiraciones de
bocas próximas, sólo consigo escuchar la ausente, y miro la hilera de cabezas
que se dirigen hacia la misma dirección. Todas engullendo la música de un piano
viejo. Los cerebros son así. Poco necesitan,
sólo que se dirijan a ellos, que a ellos les hablen, que a ellos les
digan. Prestan su atención cuando tienen una atención prestada. Son egoístas,
se dedican a su único aprendizaje y regocijo. Ellos se crecen, ellos se
mienten… ellos mienten.
Dentro del pecho es donde viven las preocupaciones de las
rupturas, de los daños que se transportan.
Nacen los nudos entre mentiras de bajo estilo. Los corazones, hábiles
para repartir vida dentro del cuerpo, se muestran torpes a la hora de
enfrentarse a los sentimientos. Deberían de desdibujar los ritmos, protegiéndose
de rupturas y engaños, borrando las melodías patrañosas, creando pentagramas, a
tinta roja, de nuevas esperanzas. Las costillas no deberían ser una pared de
ladrillo rojo, escondiendo entre arcilla y cemento el contacto que el mundo
ofrece. Deberían hablarse, unos con otros,
uniéndose con el aire que ha circulado dentro suyo, como se unen las
teclas unas con otras para crear la armonía con las notas, interpretando las
palabras que vibraron de uno a otro y evitando la saliva que se precipitará,
protegiéndose unos a otros, deberían salvar la pared, protegiéndose unos a
otros, que te miraran unos ojos y te derritieses, es bonito que unos ojos te
derritan, te hablaría una boca, quién no se rinde a lo que una boca dice…
Te quiero.
Siendo libre de creer, porque mi cabeza, siempre se siente
libre de creer…
El corazón que vive en su dueño para que la sangre fluya,
cubriría el tuyo, para que el calor lo inunde, para que
el frío no lo agarrote. Se salta un
latido, y le dice al tuyo…
VERDAD
o dos, y esas vibraciones que se formaron con palabras
ocultas, le dice…
MENTIRA.
La cabeza seguiría libre, de buscar entre aprendizaje y
regocijo, creería que de esas lecciones viviría una vida plena, amaría porque
la necesidad le dice que tiene que ser amada. Buscaría entre semejantes los
momentos de lucidez, desviviendo en la penumbra como la de este local, buscando
razones entre pensamientos, risas y carne, a ojos ciegos, como un músico joven
tocando un piano. Pero el corazón sabe, el corazón vibró MENTIRA. Protegido.
El corazón haría como este mismo camarero, que se ilumina
cuando no hay una copa dando vueltas dentro de un pañuelo, quedaría haciendo
que hace, protegido tras su larga barra de caoba, protegido detrás de una pared
que no es de arcilla y cemento, esperando que viniesen las bocas sedientas,
buscando el momento que la cabeza se desilusione. Volvería a latir, con la
fuerza que rompe las desilusiones, y volvería a esperar, a creer, en espera de
un corazón, que vibre…
VERDAD
Jaime Ernesto
* Música: Piano man - Billy Joel
* Música: Piano man - Billy Joel
Me alegra ver la valentía con la que te dejas llevar por el pensamiento y las emociones abordando nuevas formas, me ha gustado mucho. Gracias por compartirlo. Besitos.
ResponderEliminarMe ha agradado el mensaje positivo: el latido del corazón, convertir la desilusión en ilusión. Quizá eso es lo que mejor nos transmite un pianista solitario tocando una bella pieza.
ResponderEliminarMuy original.
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