Este duradero
silencio a nuestro alrededor, nos adormece en la oscuridad crepuscular de
matices grises que nos cubre. La casa bien asentada, insolente sobre sus
cimientos, nos observa, como si todo nuestro entorno no fuera con ella. Sólo un crujir lastimero, surge tardío desde
el fondo de su estructura, recordándonos que es por ella, por su insolencia y
por su altivo porte. Sólo por ella.
Corren
tiempos de apatía, de recuerdos perdidos y recuperados, de sueños que nunca
volverán a ser; porque jamás fueron; de sonrisas quebradas en labios agrietados
y con el regusto amargo de lo que llegó a ser en su día, sin ninguna duda, muy
agrio.
La gran
alfombra de la entrada, llena de polvo, amortigua mis pasos hasta la base de la
vieja escalera; la barandilla de caoba deslucida guarda celosa entre las vetas
de su madera, nuestras risas y rubores, algún cachete, alguna lágrima, todos
los ascensos a la primera planta y todos los descensos a la fosa en penumbra de
los recuerdos.
El tercer
escalón sigue roto…
Todos estos
años, en estos momentos, son como si no hubiesen transcurrido, no han sido
generosos; otra vez me enfrento a la misma situación, al mismo dilema. Es la
historia interminable de mi vida, toma y retoma sin descanso lo suspendido, una
ironía añeja a la que jamás he vencido.
Doy media
vuelta. Es absurdo, desisto. Nada tiene sentido.
Es el último
vistazo por si no vuelvo de estas batallas incongruentes conmigo misma. Cara a
cara, aliento contra aliento, el Ángel Negro en silencio, inmutable, me vigila.
Tiemblo con
el ombligo encogido y siento frío, mucho frío
.
Frente al
salón, no puedo evitar que una traicionera lágrima de desconsuelo, me delate. Si
tú… si tú estuvieras, me abrazarías, me abrazarías con fuerza para que no me
fuera.
Nuestra construcción
mañana seguirá como ayer, como hoy, insolente y altiva, pero desierta.
Ni siquiera
sé porque lo escribo, o mejor dicho, porque te escribo. Es un intento vano por
si lo oyeras; quizás puedas leer entre palabras, si es
que te llegan. Las dejaré plegadas bajo tu nombre, sobre el mármol frío de la
losa, como un nexo de unión entre dos mundos, como un puente… por si
volvieras.
Laura Mir
Muy romántico Laura.
ResponderEliminarMuchas gracias Helena me alegra que te haya gustado. Un beso.
EliminarUna hermosa y sentida narración sobre la añoranza.
ResponderEliminarGracias Eduardo por tu amable comentario. Saludos.
Eliminar¡Qué profundo, no dejas de sorprenderme!
ResponderEliminarMe alegra Nora de que te guste, y agradezco mucho tu comentario, anima mucho, seguiremos escribiendo. Un abrazo
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. Muy sentido.
ResponderEliminarMe alegra Carlos que te haya gustado, te doy las gracias por tu amable comentario.
ResponderEliminarUn beso