Conocerte fue
como cuando descorchas una botella de buen vino, aromático, aterciopelado,
brillante y sedoso, de graduación baja y al paladar muy fino. No pregunté tu
edad porque no me importa, ni como eras físicamente porque me importa menos.
Sólo quería compartir contigo, amistad, palabras y si era posible con el
tiempo, alguna copa.
Así comenzó
todo, simplemente perfecto, mismas inquietudes, mismas actitudes y entre ambos,
demasiadas coincidencias, tantas que algunas me eran difícil creerlas, pero ahí
estaban, y fuimos haciendo a base de persistencia y escritos eternos, los
surcos regulares de nuestros viñedos.
Piccola, te
me vas a lo histórico yo soy más social, ya sabes, los desahucios, los
suicidios, la economía y el desorden de estos políticos de mierda, la crisis ya
es descomunal.
Piccola,
preciosa, no estés triste, no llores, si cierran tu programa por falta de
fondos, desde París me escribirás, ¿verdad?
Que hace unos
días llegaste cansado y con algunas copas, resaca de mañana y prisas, muchas
prisas porque no llegas. Pero tranquilo,
lo entiendo, no pasa nada. Pero me debes uno largo, con palabras sacadas de lo
profundo, de aquellos que dejas sobre el papel el alma, expresiones para que el
lector sienta. Tranquilo que tus libros están sobre mi mesita. Los cojo, los
leo, los pienso, los analizo, te escribo y escribo, espero y espero, y no, no,
nunca contestas.
Todo escritor
ha de escribir cada día porque enriquece, Piccola, tienes que ajustarte a los
sentimientos, a lo que tú sientes, plasma sobre el papel aunque sean
nimiedades, todo madura con el tiempo, a igual que la uva bajo el sol; ya
sabes, al principio pronúncialos suaves e intensifica en los momentos críticos,
dale, dale fuerte para modelar y vas dando color, textura y forma.
¡Aunque sea
un diario, pero todos los días, tonta!
Anteayer, que
ni blanco ni tinto, ni copa de boca ancha ni vaso bajo de vino fino, que no. La
resaca no te deja pensar, ocho palabras en un plis plas: Hola guapa que estoy
fatal mañana te escribo. Así me quedé, sin más.
Piccola, el
problema sabes tú dónde está… No esperas mi respuesta y me contestas, que
achispado es cuando mejor te conciertas.
Te lo dije,
fui muy breve, los problemas no se solucionan en la barra de un bar, ni
buscando las respuestas por los fondos de botellas. Ni siquiera en las que aún
quedan por tomar.
Vaya, no sabía
que fueses tan transparente, no tienes que decir siempre la verdad, está bien
que lo escribas porque lo sientes, pero no se lo mandes al tipo, sienta fatal,
Piccola, ¡qué poco has aprendido!
Ayer eran
cuatro de las seis previstas, otra vez el Barça y te pido disculpas, Piccola
del sábado, antes de coger el vuelo no pasa, te lo envío, estate tranquila, hoy
estoy con la mar picada, me duele la cabeza y no puedo pensar.
Hoy domingo
ya harta de esperar, descorcho un Vega Sicilia que guardaba para una ocasión
especial, y la pintan calva, porque en el periódico no constas ni en el
dominical; la desesperanza es buena,
porque no vas a cambiar, cojo tus novelas de mi mesita, son malas a
reventar, tomo el primer sorbo a 18º, un placer al paladar; me las miro,
dedicatoria incluida, segundo sorbo, y coloco tus libros en la estantería junto
a los libros desterrados, aquellos que desencantada por la actitud de sus
escritores, tienes la certeza de que pronto olvidaras.
Piccola, ¿Cerraron tus estudios? ¿Estás en París?.
Piccola, ya
no me cuentas nada ¿Estás bien?.
Piccola, ¿Qué
te ha pasado?... sigue sonando el tono a cada mensaje tuyo del Whatsapp.
Tomo el
móvil, pulso a modo silencio por si se te ocurre llamar, y bebo el tercer sorbo
apurando la copa hasta el final.
Laura Mir
Muy fresco. Me encanta. Gracias por compartirlo
ResponderEliminarUn relato muy elegante. Me ha encantado.
ResponderEliminarQuedo muy agradecida por vuestros comentarios y me alegro de que os haya gustado.
ResponderEliminarSaludos