martes, 22 de julio de 2014

Mi padre



Mi nombre no tiene ninguna importancia, sólo diré que soy un hombre de cierta edad, vivo con mi padre ya mayor y bastante entorpecido por lo que precisa de muchos cuidados; cuando lo observo distraído viendo la televisión, ajeno a mi mirada, siento una ternura que no puedo describir, me da la impresión de que es más de lo que pueden sentir otros. Pero para que puedan entender de lo que hablo, es preciso que sepan mi historia.

Durante la postguerra los tiempos no fueron fáciles, mi madre había enviudado quedando con tres niños pequeños y ante la escasez de recursos y medios para conseguirlos, optó por darme en adopción por ser el mayor, pensando quizás, que podría sobrellevar esa carga mejor, ignoro en realidad como le fue porque no la he vuelto a ver nunca más.

La realidad fue muy distinta, pasé gran parte de mi infancia de institución en institución, con una ira y rebeldía muy difícil de cuantificar, eran tiempos de una disciplina muy severa, crecí torcido, demasiado torcido, convirtiéndome en lo que puede calificarse como un gamberro.

Una de mis gamberradas más placentera era molestar a los vagabundos que vivían en los parques y portales. Cosa muy fea no voy a negarlo, en mi defensa diré que era un adolescente de los que ahora se considerarían muy difíciles.

Durante algunas semanas me dio por meterme con uno al que reconozco que le hice la vida imposible, siempre lo abordaba al atardecer en el callejón donde solía recluirse, me gustaba hacerlo enfadar, escuchar sus gritos e insultos. A veces cuando dormía le tiraba piedras, algunas no eran pequeñas puedo asegurarlo.

La cuestión es que un día harto de mis excesos decidió denunciarme en el cuartelillo de la guardia civil por lo que fui arrestado en un centro a espera de juicio.

Cuando este se celebró descubrimos que el vagabundo era mi padre, dado por muerto durante la guerra. No hace falta explicar la emotividad que nos produjo a los dos esta revelación.

Ambos decidimos unir nuestras vidas y aunque fueron tiempos muy duros, lo conseguimos.

Me siento orgulloso de todo el esfuerzo y en cierta manera también siento orgullo ante el hecho de haber sido un gamberro, quizás nunca hubiese conocido a mi padre de no haber sido así, a ese hombre valiente que luchó por un país que le dio la espalda al acabar la guerra como a tantos otros.

Lo observo viendo la televisión y mi ternura hacia él es infinita, porque me enseñó a ser el hombre responsable, trabajador y honrado que soy hoy.


Anónimo


5 comentarios:

  1. Muchas gracias por compartirlo con nosotros es una buena historia.

    Un saludo.

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  2. Un bonito relato con moraleja. Un abrazo.

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  3. Un precioso relato, emocionante. La vida nos enseña cosas nuevas cada día.
    Un saludo

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  4. Es genial. Ya dicen que la realidad supera a la ficción.

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  5. Se debían ir recogiendo las piedras una a una, del aquel callejón para poder sacarlas.
    Aún quedan, pero noto que ya pesa un poco menos.
    Gracias

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