Nunca he llegado a saber por qué misteriosas tretas del
destino, fuimos a parar las dos aquella noche de bochornoso verano, perdidas o
encontradas, ciertamente lo ignoro, a aquella inmensa montaña después de tantos
años, en un discreto y pulcro excusado de aquel pequeño hotel rural.
Salía cuando tú entrabas, tenías urgencias, yo andaba
aliviada pensando en mis cosas. Un simple pasa
mientras te aguantaba la puerta, nuestras miradas se cruzaron un instante y los
recuerdos emergieron de golpe. Había tantas, tantas cosas que no dijimos en su
momento.
Me indicaste que te esperara, que precisabas decirme algo, y
esperé. Mientras lo hacía recordé nuestros veranos en la playa, nuestros juegos
infantiles, nuestras conquistas juveniles y las retahílas de fondo de Silvia,
como si de repetirlas y repetirlas fuese posible ese milagro, el de
enderezarnos, el de hacernos tocar con estilo aquel lujoso y monstruoso piano,
pero en mi caso fue en vano.
No disponíamos de mucho tiempo, pero eso nunca nos había
importado, pero ahora apremiaba. Por un lado te esperaba lo legal, el orden, lo
rígido, el capitalismo y lo severo; a mí por el contrario lo ilegal, la
libertad, el anarquismo y el partisano, todo lo contrario a tu fortuna.
Siempre se te dio bien pedir disculpas y hacer el papel. Ibas
muy elegante, demasiado para la montaña. Me dijiste que nada importaba, pero
mentías, importaba todo, todo lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos.
Pero lo entiendo, tranquila, sé guardar bien los secretos. Lo explicaste todo
con tanta prisa, pero no con la suficiente, tu escolta picó a la puerta y
saliste presurosa para no alarmar no sin antes darme un breve beso en la
mejilla. No quisiste delatarnos, cosa que te agradezco.
Días después vi en la prensa la noticia de tu compromiso,
cosa que ya sabía. Me alegró mucho. Pero lo cierto, lo que más me maravilla de
verdad es que en el pasado fuimos tan iguales, cuando éramos niñas y no habían otros
intereses que nuestro afecto y cariño, y ahora amiga, bajo este mismo cielo
hostil que nos ampara, tan alejadas de la inocencia… tan distantes, tan
distintas.
Laura Mir
* Basado en hechos
reales
Una interesante reflexión sobre el devenir de la amistad y su nostálgico pasado. Un abrazo.
ResponderEliminarLos derroteros por los que transita el destino de cada uno puede dar vueltas inimaginables y muchas veces están cargadas de nostalgia. Un precioso relato sobre la amistad y la evolución (a veces forzada) de los seres humanos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. Gracias por compartirlo.
Un abrazo
Muchas gracias por vuestros comentarios, y es cierto que cuando eres niño no estás condicionado ni por intereses ni ideales, cuando creces todo cambia, una pena.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Laura Mir.
ResponderEliminarUn relato cargado de nostalgia y de recuerdos,
la perdida es el precio que uno paga,cuando
muere la inocencia a manos del tiempo.
Lo he leido con gran placer, hacia tiempo
que no sabia nada de ti.
Un abrazo cordial.
ANIMO Y GRACIAS
Muchas gracias Moraveck por tu comentario, es verdad que con la muerte de la inocencia se acaban las buenas razones.
ResponderEliminarTambién hacia mucho tiempo que no sabía de ti y me encanta de que estés con nosotros, bienvenido.
Un abrazo y muchas gracias.